Macri y su séquito abominable lograron en poco tiempo que la imagen de un servidor público, vuelva a generar sospecha, temor, desconfianza, incertidumbre y haya recuperado el arquetipo de represor que se creía perdido para siempre en la noche de los tiempos, como “pasta base” de la reedición de los afectos más nefastos de la suma de las dictaduras que gobernaron el país.
Como en la Argentina del derrocamiento del peronismo, se pretende reemplazar una economía de abundancia, de equidad, por el retorno al modelo agroexportador de venta de materias primas o de servicios de la época conservadora, fracasado en su intento de reimplantarlo por parte de las dictaduras de Lonardi – Aramburu – Rojas, Onganía – Levinsgston – Lanusse y Videla – Martínez de Hoz – Bignone.
Por supuesto, para concentrar el poder o garantizar el traspaso de recursos económicos de muchas a pocas manos, la represión debe ser parte fundamental del plan sistemático. Más, tras doce años de afianzamiento de derechos inalienables, de la instalación de la conciencia política en la sociedad, de la creación de organizaciones civiles para acentuarla.
Esa es la sencilla razón de la necesidad de suprimir un modelo de estado basado en la fortaleza del alto consumo interno, el desarrollo constante y del control antiinflacionario contra los especuladores, saboteando este modelo de desarrollo ajeno a su conveniencia.
Debido a tales razones, sin represión, carente del sostén mediático, del contrato de personal para hacer “lobby” a favor suyo en las redes sociales, de los pagos onerosos para comprar aliados o sobornar traidores, el gobierno Macri caería aún más rápido que el de De la Rua o el de Alfonsín, víctima de idénticas maniobras de quienes hoy, acusan al kirchnerismo de alentar un golpe de estado. ¡Frente a tanta hipocresía, los N.N., los muertos en la lucha contra el autoritarismo, los desaparecidos políticos, deben estar revolcándose en sus tumbas dónde quiera puedan encontrarse!
Lo que cabe preguntarse a lo sumo, es si más allá de cualquier maniobra o manipulación política siempre detrás de donde existen ambiciones e intereses, puede considerarse golpe de estado cuando la inmensa mayoría del pueblo no se siente representado en el poder que le delega a un determinado gobierno y por ende, su soberanía caduca de inmediato.
Endeudamiento compulsivo
El macrismo debía finiquitar su permanencia a como dé lugar. Devolver a sus antiguos dueños los privilegios arrebatados, reembolsarles el monto equivalente a lo “perdido” durante más de una década las multinacionales, los empresarios, los banqueros, los grupos económicos, a los secuaces de los emporios mediáticos que
a través de la mentira sistematizada le abrieron las puertas del asalto del erario público, no era suficiente.
Como nadie se acuerda de los favores políticos ni se puede depender de ellos para confiar, además de sentar las bases tendientes a mantenerse, amasar poder implica garantizar continuismo de las mismas recetas económicas sin retorno al pasado por mejor que haya sido.
Esa es la razón para interpretar el sentido el innecesario endeudamiento del gobierno, el cual al margen de alimentar la sed de codicia de conocidos personajes ruinosos de la política local, viene a consolidar la reinserción de la Argentina en la ruta de la dependencia, de la desnacionalización, de la ruina social.
En cuanto a este último aspecto, cabe destacar que una sociedad pobre, hambreada, esclava de sus necesidades elementales, pierde, claudica en su conciencia política, descarta paulatinamente derechos y valores para limitarse a vivir el día a día, incluso resignando principios inherentes a la ética para intentar sobrevivir en el escenario de turno.
No son mentiras generadas por la cadena del miedo. Tras las elecciones legislativas, de triunfar el nefasto macrismo así sea por el 0,001 % de los votos, lanzará otro descomunal ajuste, porque sentirá que cuenta con el tácito apoyo de la ciudadanía. Persistirá en la condena pública de la justicia social, rebautizada como “asistencialismo” ante la preferencia de un pueblo pobre, dependiente de la clase política como el vasallo del señor feudal. Acusará por medio de sus satélites a la administración anterior de clientelismo, de corrupción, mientras se gasta “el dinero que ya nadie roba” en el sostenimiento de una “timba financiera”, equivalente al valor de crear un hospital por día.
Lo único seguro, es que al momento de quedar definitivamente al descubierto la farsa del neoliberalismo macrista, la Argentina estará obligada a redoblar los sacrificios de antaño para superar las consecuencias del actual vaciamiento.
Parafraseando al gran pensador, filósofo, escritor y político argentino, Arturo Jauretche (1900 – 1974):
“Les he dicho todo esto pero pienso que pa’ nada, porque a la gente azonzada no la cura los consejos: cuando muere el zonzo viejo queda la zonza preñada”.
¿Qué clase de muerto de hambre con dos dedos de frente, puede seguir soportando esto?
¿Cuánto más deberán esperar los argentinos para sacar la basura a la calle?
Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI (DNI: 20573717)
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