
Proletarios Unidos, vieja consigna del padre del Socialismo Ciéntifico Carlos Marx, es un espacio que intentará reflejar, acercar y unir a todos aquéllos que se sientan parte de la clase trabajadora sin distinciones de partidos o ideologías. Así y con respeto, la idea es volcar temas, consignas, debates , opiniones, etc, para fomentar, acrecentar, valorar y concientizar el papel, el rol y los derechos de la clase trabajadora. Como manda la historia nacemos un 1 de mayo.

La estandarización de la producción es un segundo factor que explica la trivialización de las necesidades individuales bajo el capitalismo. Productos exactamente iguales se producen en cantidades cada vez mayores. La estandarización es una tendencia a largo plazo de la producción capitalista y responde a la necesidad de reducir los costos de producción y realizar economías de escala. Es un parámetro central en el surgimiento de la «sociedad de consumo» desde el siglo xix, y aún más desde el boom económico de la posguerra. La invención del contenedor para transporte marítimo en la década de 1950, la «contenedorización» que hizo posible la globalización al disminuir los costos de transporte, ha incrementado esta tendencia aún más en la segunda mitad del siglo xx.
La estandarización tiene una gran influencia en las formas de consumo y, en consecuencia, en la definición de las necesidades y los modos en que se satisfacen. El consumidor consume mercancías a las que tiene acceso, es decir, mercancías estandarizadas, que son las mismas para miles de millones de personas. Pensemos en los teléfonos inteligentes que todos llevamos en nuestros bolsillos. Existen formas de consumo alternativas, más sostenibles, especialmente en las clases medias con un alto «capital cultural». Pero siguen siendo marginales. Por lo tanto, los productos estandarizados tienden a estandarizar las necesidades.
Un tercer factor que explica que la riqueza de la especie con respecto a las necesidades conlleve un empobrecimiento del individuo es la división del trabajo. La división del trabajo existe en diversas formas en cada sociedad humana, e incluso en algunos grupos de animales. Lo que es específico de la división capitalista del trabajo es que tiene sus raíces en la división entre trabajo manual e intelectual. El capitalismo confina de forma duradera a ciertos individuos (la mayoría de la humanidad) del lado del trabajo manual, y a otros individuos (una minoría) del lado del trabajo intelectual. Por supuesto, el trabajo siempre tiene aspectos manuales e intelectuales, pero en grados muy diferentes. La razón por la cual el capitalismo se basa en esta división es porque se supone que aumenta la productividad, y el aumento constante de la productividad es el combustible de la acumulación capitalista. La informatización del trabajo, el desarrollo del llamado trabajo digital durante las últimas tres décadas, no cambia esta lógica básica. Ha dado lugar a una proliferación de tareas repetitivas, como la captura y gestión de datos, que de ninguna manera favorecen la creatividad. El antropólogo David Graeber llamó a estas nuevas formas de trabajo digital bullshit jobs, «trabajos de mierda».
Sin embargo, a medida que surgen estas nuevas necesidades cualitativas, el capitalismo impide su plena realización. No es capaz de cumplir la promesa de una vida verdadera y mejor que las necesidades cualitativas representan. ¿Por qué? La división del trabajo confina a los trabajadores a desarrollar funciones y habilidades cada vez más limitadas, lo que les impide desenvolver todo el espectro de capacidades humanas. Las necesidades creadas artificialmente por el consumismo capitalista ocupan más y más espacio en la vida de las personas, que tienen cada vez menos tiempo y energía para dedicar a necesidades más «auténticas». Aunque pueden experimentar una satisfacción temporal, a largo plazo esto daña sus subjetividades, causa insatisfacción y diversas patologías. Estas necesidades cualitativas o radicales son una parte constitutiva de nuestro yo moderno. Participan en la definición de lo que la mayoría de nosotros consideraría una buena vida. Pero incluso si el desarrollo capitalista es la condición para su surgimiento, no puede satisfacerlas por completo. De hecho, impide que se hagan realidad.
Esta es la razón por la cual las necesidades cualitativas o radicales son la base de muchos movimientos sociales y políticos. Las necesidades contienen las semillas de la revolución, dice Gorz en Estrategia obrera y neocapitalismo4. La búsqueda de la satisfacción de estas necesidades cualitativas lleva tarde o temprano a la gente a criticar el sistema capitalista, que impide su realización. La historia de los movimientos sociales y políticos modernos puede verse como la historia de las luchas que han tenido como objetivo satisfacer las necesidades insatisfechas o solo parcialmente satisfechas. Para definir su concepto de «necesidad radical», Heller escribe: «La conciencia de la alienación, en otras palabras, las necesidades radicales (...)». Las necesidades radicales son la «conciencia de la alienación»5. Su argumento es el siguiente: cuando estás alienado, no sabes quién eres; en esto consiste precisamente estar alienado. Vives ignorando la alienación de la que eres víctima. Sin embargo, dadas ciertas circunstancias, una persona o un grupo de personas se vuelven conscientes de su condición alienada, o se dan cuenta completamente de lo que solo habían percibido de manera confusa. Esta conciencia no elimina la alienación de inmediato. La alienación no es solo una cuestión de «conciencia», es esencialmente una cuestión de estructuras sociales alienantes. Sin embargo, esta conciencia conduce a luchas sociales y políticas que, en un plazo más o menos largo, transformarán estas estructuras y, en consecuencia, pondrán fin a la alienación. También conducirán a la ampliación del grupo de aquellos que son conscientes de su condición alienada y que tomarán parte en la lucha. Las necesidades radicales son el «operador» que subyace a este proceso. Son la «conciencia de la alienación», en el sentido de que desencadenan luchas sociales y políticas. Su advenimiento ha sido posible gracias al capitalismo, pero no pueden ser satisfechas por este sistema. Es necesario el surgimiento de otro sistema, el poscapitalista, para que se hagan realidad.
Entre la naturaleza y la historia
Según la teoría marxista de las necesidades, estas se encuentran en la intersección de la naturaleza con la historia. Este es uno de los aspectos más interesantes de esta teoría. Comer o respirar son obviamente acciones enraizadas en alguna forma de necesidad natural humana. Sin embargo, estas funciones también están conectadas de manera directa con los procesos históricos. Hay una cita famosa de Marx tomada de los Grundrisse: «El hambre es hambre, pero el hambre que se satisface con carne cocida comida con cuchillo y tenedor es un hambre muy distinta de la que devora carne cruda con ayuda de manos, uñas y dientes»6.
En este pasaje, Marx reconoce la existencia de necesidades biológicas absolutas, es decir, necesidades cuya satisfacción es una condición para la supervivencia. El hambre es hambre, sea cual fuere el periodo histórico o la región considerada. Pero además de ser biológica, esta necesidad ha evolucionado durante la historia. En las sociedades antiguas, se satisfacía con carne cruda que se comía con las manos. Según Marx, este no es el mismo hambre, es decir, no es la misma necesidad que la que se satisfaría, más adelante en la historia de la humanidad, con carne cocida comida con cuchillo y tenedor. Marx puede estar exagerando un poco al expresar su punto de vista. Pero el argumento es bastante simple: las necesidades tienen una historia, son al mismo tiempo biológicas e históricas. El pensamiento tradicional opone la naturaleza a la historia, mientras que Marx intenta combinarlas. Esto lo lleva a elaborar sus propias e innovadoras definiciones de naturaleza e historia. Pero ¿en qué consiste esta historia de las necesidades humanas? El objeto consumido modifica, al menos en parte, la necesidad subyacente. Según Marx, las necesidades tienen una historia, no son solo las formas en que son satisfechas lo que cambia históricamente. De ahí la idea de que el hambre se refiera a dos tipos diferentes de necesidades, según la forma en que se satisfaga. Aquí está el punto importante: como el objeto consumido primero tiene que producirse, en última instancia es la producción, es decir la producción capitalista, lo que determina las necesidades. El objeto externo (la mercancía) determina la necesidad, la producción determina el objeto y, por lo tanto, la producción determina la necesidad. La cita de los Grundrisse antes mencionada continúa de la siguiente manera: «No es solamente el objeto del consumo, sino también el modo de consumo, lo que la producción produce no solo objetiva sino también subjetivamente. La producción crea, pues, al consumidor. La producción no solamente provee un material a la necesidad sino también una necesidad al material»7.
Según Marx, bajo el capitalismo, la producción es la que manda la mayor parte del tiempo. Si se produce una evolución en la esfera productiva siguiendo, por ejemplo, una innovación tecnológica, es probable que conduzca a una nueva «forma de consumo». A veces, esta nueva forma se refiere a una necesidad vital, como comer, por ejemplo, cuando la humanidad comenzó a cocinar carne y comerla con cuchillo y tenedor, en lugar de comerla cruda y con las manos. Pero como la producción determina el consumo, a menudo pone en el mercado bienes que no corresponden a ninguna necesidad previa, vital o no, y crea así artificialmente la necesidad. Las necesidades artificiales son una consecuencia del productivismo. Por lo tanto, como dice Marx: «La producción crea al consumidor». Creo que está muy claro que esta es la lógica básica del mundo en que vivimos. Los daños ambientales provocados por esta lógica y los daños causados a la subjetividad humana son evidentes.
ntroducción: un nuevo tipo de crisis
A lo largo de su historia, el capitalismo ha sufrido muchas crisis. Sin embargo, hoy se enfrenta a una de un nuevo tipo: la crisis ambiental. Esta tiene por lo menos cuatro dimensiones: el cambio climático, es decir, la modificación de patrones o parámetros climáticos a largo plazo; el agotamiento de los recursos y, especialmente, el de los recursos que son cruciales para el funcionamiento de las sociedades modernas, como el petróleo y el agua; formas de contaminación siempre nuevas, y la destrucción de la biodiversidad, lo que a veces se denomina la «sexta extinción». Estas cuatro dimensiones están conectadas entre sí. Sin embargo, se refieren a procesos naturales separados, y la crisis ambiental es el resultado de su combinación.
Todos estos patrones son causados por la actividad humana, son «antrópicos». «Antropoceno» es un concepto utilizado en los debates actuales sobre la crisis ambiental para referirse a la era en que la humanidad se convirtió en una fuerza geológica. Antes del siglo xix y durante toda la historia de la humanidad, las sociedades han dañado su medio ambiente, por ejemplo, agotando los recursos naturales. Pero estas crisis ambientales «locales» difieren de la crisis global actual. Resulta fundamental entender que no es la actividad humana per se la que causa estos procesos. Es el capitalismo, y especialmente el capitalismo en su forma industrial. La Revolución Industrial no podría haber existido sin energías fósiles: carbón, gas y petróleo. Sin el sistema de energía fósil, no podría haber existido industrialización en Gran Bretaña, donde comenzó, ni en ningún otro de los lugares adonde se propagó en los dos siglos siguientes. Las energías fósiles, la lógica del productivismo y el consumismo a los que dieron lugar son la principal causa de la crisis ambiental. En consecuencia, entender esta crisis implica analizar la dinámica del capitalismo industrial y, especialmente, su globalización.
Marxismo ecológico
¿Qué tiene que ver esto con Karl Marx y el marxismo? Se podría argumentar que las nuevas lecturas de Marx y la renovación de la tradición marxista tienen lugar cuando la humanidad enfrenta nuevos problemas. Esto ha sido cierto desde la muerte de Marx y sigue siéndolo hoy en día. Por lo tanto, la crisis ambiental ha llevado a un grupo de pensadores marxistas, principalmente del mundo angloamericano pero también de América Latina y Europa, a elaborar lo que ellos llaman «marxismo ecológico».
El marxismo ecológico se puede definir como el uso de las categorías e ideas de Marx y otros marxistas para tratar de comprender la crisis ambiental. El marxismo es una teoría del capitalismo, la más sofisticada que tenemos a nuestra disposición. Si la crisis ambiental es el resultado de este sistema, está claro que el marxismo tiene mucho que decir al respecto. Autores como James O’Connor, Ted Benton, Elmar Altvater, Andriana Vlachou, Paul Burkett, Jason Moore y Andreas Malm, entre otros, pertenecen a este grupo. En mi opinión, forman una de las corrientes marxistas más interesantes en la actualidad.
He intentado hacer un aporte al marxismo ecológico con mi libro La naturaleza es un campo de batalla. Ensayo de ecología política1. En este ensayo, muestro que la financiarización y la militarización de la naturaleza son las dos respuestas principales al cambio climático que han lanzado las clases capitalistas globales. Lo que me gustaría hacer en este artículo es continuar con este esfuerzo de desarrollar un marxismo ecológico. Sin embargo, lo haré explorando un problema que los marxistas ecológicos no han abordado hasta el día de hoy, que es el de la satisfacción de «necesidades» durante la transición ecológica. Este es el problema, expuesto de forma general: en el contexto de la transición ecológica que tendrá lugar en los próximos años y décadas, las sociedades no podrán satisfacer todas sus necesidades. La razón de esto es que durante los últimos dos siglos el capitalismo ha provocado una proliferación de necesidades, reales o artificiales. Sin embargo, una parte importante de estas necesidades no es sostenible desde el punto de vista ambiental.
Solo para citar una observación bien conocida: en 2016, Global Footprint Network calculó que se necesitarían 4,8 planetas si todos los ciudadanos del mundo vivieran con la misma huella ecológica que los ciudadanos de Estados Unidos. Se necesitarían dos planetas si cada ciudadano del mundo viviera como un ciudadano chino. Por lo tanto, necesariamente tendrá lugar algún tipo de cambio, deliberado o forzado. Este cambio –algunos de nosotros lo llamamos revolución– será caótico o planeado. Cuando esto suceda, cada sociedad se enfrentará con una simple pregunta: ¿qué necesidades debemos seguir satisfaciendo y cuáles deberíamos dejar de satisfacer? Por otra parte, ¿quién decide? ¿El Estado, los ciudadanos mismos, las ciudades, las organizaciones internacionales?
Mi argumento en este artículo es que no se pueden responder estas preguntas sin una teoría de las necesidades, de cuáles son las necesidades humanas en su diversidad y complejidad. Y me parece que Marx y el marxismo son un buen punto de partida para elaborar esa teoría de las necesidades. No responden todas las preguntas, obviamente, pero ofrecen un marco general para reflexionar sobre ellas. Otra vez, se hacen nuevas lecturas de Marx y de la tradición marxista cuando la humanidad se enfrenta a nuevos problemas. Uno de esos problemas es precisamente el de las necesidades en la transición ecológica. El propio Marx desarrolló un concepto de necesidad en numerosos textos: los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, La ideología alemana, los Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) y El capital. De hecho, el concepto de necesidad es omnipresente en Marx. Solo por citar una famosa definición de mercancía en el comienzo de El capital:La mercancía es, en primer término, un objeto externo, una cosa apta para satisfacer necesidades humanas; de cualquier clase que ellas sean. El carácter de estas necesidades, el que broten por ejemplo del estómago o de la fantasía, no interesa en lo más mínimo para estos efectos. Ni interesa tampoco, desde este punto de vista, cómo ese objeto satisface las necesidades humanas, si directamente, como medio de vida, es decir como objeto de disfrute, o indirectamente, como medio de producción.2
En la tradición marxista, las ideas de Marx han sido desarrolladas durante las décadas de 1960 y 1970 por dos autores: André Gorz y Ágnes Heller. Marx, Gorz y Heller forman la columna vertebral de lo que llamaré la « teoría marxista de las necesidades». Podemos aprender mucho de esta teoría, para comenzar a responder nuestra pregunta: ¿qué necesidades deberíamos satisfacer durante la transición ecológica y qué necesidades deberíamos abandonar? En este artículo, me concentraré en la teoría de las necesidades de Gorz y Heller. No están de acuerdo en todo, pero a los fines del ensayo, fusionaré sus enfoques. También me referiré durante mi presentación a aspectos esenciales de la propia teoría de las necesidades de Marx. Concluiré con algunas reflexiones sobre la práctica de la teoría marxista de las necesidades para nuestra coyuntura política actual.
André Gorz y Ágnes Heller en contexto
Como dije, André Gorz (1927-2007) y Ágnes Heller (nacida en 1929) desarrollaron su teoría de las necesidades en las décadas de 1960 y 1970. Pero lo hicieron en dos tipos diferentes de sociedad. Gorz era francés, colaborador durante muchos años de Les Temps Modernes, la revista de Jean-Paul Sartre, recibió influencias del existencialismo. Más adelante, también estuvo en estrecho contacto con algunos miembros del operaísmo italiano, especialmente Antonio Negri, quien estuvo exiliado en Francia en la década de 1980. Gorz fue uno de los principales representantes en Francia de una izquierda antiautoritaria y antiestalinista y también fue pionero de la ecología política. Desarrolló su teoría de las necesidades en varios escritos, entre ellos, Estrategia obrera y neocapitalismo (1965).
El contexto histórico en el que Gorz elabora su teoría de las necesidades es el auge económico de la posguerra en Europa occidental y eeuu. Con el surgimiento de la «sociedad de consumo», el capitalismo pone constantemente en el mercado nuevas mercancías que deben ser consumidas. Al hacerlo, crea nuevas necesidades, materiales o simbólicas. El auge económico de la posguerra puso de manifiesto el capitalismo más productivista y consumista, y esta proliferación de mercancías planteó la cuestión de la legitimidad de las necesidades subyacentes. ¿Son reales las necesidades satisfechas por estas nuevas mercancías? ¿Son necesidades falsas, necesidades alienadas? Por lo tanto, el punto de partida para la teoría de las necesidades de Gorz es el auge de la sociedad de consumo y sus efectos sobre la subjetividad.
Ágnes Heller es húngara. Escribió en el contexto de un país autoproclamado comunista. En una economía planificada, una burocracia decide qué y cuánto producir. En otras palabras, decide qué necesidades satisfacer. Esto plantea dos preguntas. En primer lugar, ¿cómo sabe esta burocracia qué necesidades satisfacer? ¿Cómo viaja la información desde los ciudadanos hasta las oficinas de planificación central? La respuesta es que a menudo no lo hace. Dicho de otro modo: la planificación es principalmente desde arriba hacia abajo, y no desde abajo hacia arriba. Un problema crucial que las economías planificadas no lograron resolver durante el siglo xx –o solo lograron resolver parcialmente– es cómo recopilar y centralizar la información para satisfacer las necesidades de la población.
De ahí la segunda pregunta: ¿cuál es la legitimidad de la burocracia para decidir qué necesidades satisfacer? Y nuevamente, la respuesta es: su legitimidad es tradicionalmente débil. En resumen, en las economías planificadas, la información económica a menudo es imperfecta y la legitimidad es débil. La decisión de satisfacer una necesidad, o no, no la toma el individuo. La toman las instituciones económicas. En consecuencia, por razones diferentes de las de Gorz, Heller estaba interesada en la cuestión de definir las necesidades, de definir qué es una necesidad legítima, como oposición a una necesidad artificial. En 1976, publicó Teoría de las necesidades en Marx, en mi opinión uno de los mejores libros marxistas escritos en ese periodo.
Un aspecto común al trabajo de Gorz y Heller es su interés por el Marx joven. Durante las décadas de 1960 y 1970, muchos autores marxistas, tanto en Occidente como en Oriente, volvieron al concepto de alienación. Es el caso de Henri Lefebvre, Guy Debord, Jacques Ellul y Jean Baudrillard, por citar solo algunos nombres del campo intelectual francés, el que mejor conozco. Estos pensadores fueron influenciados por los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 de Marx, y también por Historia y conciencia de clase, de Georg Lukács (1923).
La alienación se convirtió en un tema teórico y político importante en las décadas de 1960 y 1970, porque el capitalismo producía bienestar material con tasas de crecimiento impresionantes, pero sin el correspondiente bienestar espiritual o intelectual. La alienación designa la brecha, cada vez más experimentada durante las décadas mencionadas, entre el bienestar material y el mental. Gorz y Heller fueron parte de este grupo de pensadores marxistas que escribieron sobre la alienación. Sin embargo, su originalidad está en que pensar en la alienación los llevó progresivamente al tema de las necesidades. ¿Cuál es el vínculo entre la alienación y las necesidades? La alienación se puede evaluar o medir en relación con las necesidades «auténticas». Uno está alienado de un estado inicial no alienado. La lucha contra la alienación sirve para encontrar el camino de regreso a ese estado o para llegar a él por primera vez. La creación por parte del capitalismo de necesidades siempre más artificiales es precisamente el resultado de la alienación. Por lo tanto, la crítica de la alienación se basa, explícita o implícitamente, en un concepto de necesidades «auténticas», es decir, de necesidades no alienadas. Lo interesante en el tema de las necesidades es que nos permite combinar una crítica de la alienación con una crítica de los daños que el capitalismo hace al medio ambiente. Detrás de ambas críticas está la cuestión de las necesidades auténticas versus las artificiales.
El economista Aldo Pignanelli murió este sábado a la noche a la edad de 69 años. Sufría de cáncer de próstata. La noticia fue confirma a Infobae por su jefa de prensa Mariana Goldman.
Pignanelli tuvo una larga trayectoria política que comenzó en 1986, cuando fue nombrado Secretario de Economía de la Municipalidad de Moreno.
Durante una década desempeñó distintos cargos públicos -todos relacionados al área económica- entre los que se destacan la dirección del Banco de la Provincia de Buenos Aires y el de Consultor Financiero del Banco Interamericano de Desarrollo.
En 1997 Pignanelli desembarcó en el Banco Central, donde ocupó los puestos de director y vicepresidente. En julio de 2002 sucedió a Mario Blejer en la presidencia del organismo, posición que ocupó hasta diciembre del mismo año y desde la cual tuvo un rol protagónico en la salida de la crisis junto a Eduardo Duhalde y Roberto Lavagna. Fue sucedido por Alfonso Prat-Gay.
El hijo del ex ministro de Economía, Marco Lavagna, fue uno de los primeros en recordarlo en las redes sociales: "QEPD querido amigo. Vamos a extrañarte". Su padre,Durante los últimos años Pignanelli fue uno de los referentes económicos del Frente Renovador liderado por Sergio Massa, además de colaborar asiduamente con su perspectiva sobre la coyuntura económica en distintos medios de comunicación.
En paralelo, buscó durante los últimos meses conseguir apoyo para convertirse en presidente del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Ciudad de Buenos Aires. En su cuenta de Twitter se pueden ver distintos videos en los que llama a votar por la lista bordó-naranja junto a su compañera de fórmula, Gabriela Russo.
"Vamos a cambiar esta realidad. Hace 40 años gobierna el mismo color. En democracia es la forma de vivir y en democracia vamos a entrar a gobernar el Consejo Orofesional de Ciencias Económicas y a triunfar el 19 de junio", dijo en el último video, publicado el 14 de junio.
Durante la madrugada, su mujer, Haydee, utilizó la cuenta personal de Twitter del economista para agradecer todos los saludos recibidos. "Quiero decirles que Aldo jamás dejó de pensar en los argentinos, en la política. Hasta el último minuto quiso una Argentina de pie", posteó.Roberto Lavagna, destacó que era un "excepcional ser humano".
Samuel Langhorne Clemens, conocido por el pseudónimo de Mark Twain, es el escritor estadounidense más famoso, cuyas frases célebres llenas de humor se han esparcido por el mundo. Al respecto el inefable juez federal Claudio Bonadio, trató de usar una de ellas al reintegrarse a su despacho, tras haber soportado una operación quirúrgica en su cerebro. Y quizás por esto balbuceó confusamente diciendo: “los registros sobre miii.. muerte están exagerados”. En lugar de la célebre frase de Twain “los reportes sobre mi muerte son exagerados”.
Para un profesional de derecho, que es una ciencia basada en la precisión de las palabras y los términos, confundir “registro” como sinónimo de “reporte”, es un grave lapsus línguae. Del que se podría aventurar que proviene de un deterioro mental, que es precisamente el órgano enfermo de Bonadio.