jueves, 25 de junio de 2020

Sólo los cobardes son valientes con las mujeres


Con sinceridad, no acostumbro a publicar esta clase de artículos por esa mala costumbre que tenemos algunos de buscar ocuparnos siempre de cuestiones aparentemente “grandes”. Y lo escribo entre comillas porque los años, la experiencia, enseñan como el estudio jamás será capaz de hacerlo. Sobre todo, al advertir cuando es defendiendo lo “pequeño” no por insignificante, sino al ser la protagonista de esta historia alguien anónimo, donde se acaba cayendo en cuenta de la necesidad de alzar la voz frente a cuestiones de apariencia intrascendente, pero del tamaño mayúsculo del interés general. En lo referente al título de esta crónica, lo tomé de una frase del genial José Hernández, el creador del “Martín Fierro”, también conocido como “la biblia gaucha”, debido a la contundencia lacónica de sus frases colmadas de valores éticos. O al menos de la evocación de unos cuantos perdidos, aún en tiempos que la mujer parece haber alcanzado la valoración merecida a lo largo de la suma de la historia de la humanidad. Denuncia Igual a tantas otras, Évike Ballestero Csillag es una de las tantas trabajadoras más allá del medio siglo de vida, saliendo a diario a ganarse el sustento. Entre las innumerables virtudes, defectos, errores u horrores haciendo a la esencia de los mortales, quienes tienen la extraña manía de romantizar la pobreza o vender la desigualdad como superación no tardaron en encontrarle sus mayores pecados. El primero, tener por jefe al Estado Nacional en lugar de una empresa privada. Segundo, el de interpretar la cotidianidad, el de sentir la injusticia ajena como propia –frase tanguera, por cierto- y por si fuera poco, de decirlo en el léxico popular con la crudeza que las determinadas situaciones demandan con nombre y apellido. Pero lo peor de todo es comprobar el manejo soez, delictivo, de los mandaderos mediáticos del poder de turno, cómplices del vaciamiento, de la corrupción, del remate o la traición de ese bien común llamado República Argentina, en momentos que la mentira ya no les alcanza a la hora de perpetrar cualquier daño irreparable. Tan lejos puede llegar su extraordinaria bajeza, al extremo de tomar casi a la marchanta el nombre de esta mujer anónima para someterlo al escarnio público. En su impotencia moral e intelectual, además de haber hecho públicas verdades irrefutables hasta para el mayor detractor del gobierno, no le perdonaron mencionar que varios de sus familiares resultaron infectados de Covid – 19 por parte de militantes macristas anti cuarentena. Tergiversación Temerosos de las consecuencias de semejante golpe de opinión, propinado a la campaña de los mismos monopolios que buscan la caída de la actual administración, los obligaron a hacer cuanto mejor saben: Atacar la fuente –en este caso a la persona- desmoralizarla a fin de impedirle defenderse y desacreditarla, abusando del poder conferido. Aprovechando la influencia ejercida sobre miles de personas desinformadas e influenciables, direccionaron a una verdadera multitud de seguidores a hostigarla de manera virtual. Tras verse en la obligación de cerrar la cuenta en la red social –se omite el nombre también por temor a la censura- dio comienzo la campaña de desprestigio propiamente dicha. Como si el daño fuera escaso la hackearon, difundieron su información privada sin que la política de usuarios de esa red social –a veces tan estrictas frente a verdaderas estupideces- le protegiera los datos o en su defecto, sancionara a los agresores al proferirle los peores exabruptos imaginables. Al ser trabajadora del Estado, además de tildarla de “ñoqui” –como si éste fuera necesario apenas para blanquear o pagar las deudas de estos criminales- la acusaron de “sindicalista”, de “hacer política en el lugar de trabajo”, añadiéndole el tradicional apelativo de “vaga”, de vivir “a costillas del gobierno”, de “atender mal al público”. En definitiva, señalarla de todo cuanto sirve para reavivar prejuicios y creencias populares, construidas para darle a lo estatal una inmerecida imagen de ineficiencia, a fin de hacer onerosos negocios al privatizar. Vale todo Por supuesto, la inmensa mayoría no puede ni debe saber que Évike Verónica Ballestero al margen de ser una mujer de familia, de tener altos estudios junto a la enorme cualidad de no haber perdido por ello nunca la sencillez; del carácter humilde, solidario o bondadoso según quienes la conocen, posee algunos méritos que estos malvivientes ni siquiera podrían envidiar. Simplemente, porque los desconocen. De haber soportado como tantas otras veces el riesgo de quedar cesante durante la pasada administración; del estrés de vivir con el “corazón en la boca” por temor a no poder seguir llevando el pan a la mesa, cuando ser joven todavía no garantiza conseguir otro empleo en breve, debió superar un serio inconveniente de salud para continuar trabajando. Otra persona en su lugar, hubiera optado por jubilarse después de muchos años al margen de no haber aportado lo suficiente a la caja, ver de iniciar alguna actividad lucrativa desde la casa con el poderoso incentivo de una suma de dinero siempre entrante. Quizás utilizar mejor un tiempo del cual está hecha la vida y nunca es suficiente. Sin embargo, Evike sabe que la única forma de construir la riqueza para ella, beneficios destinados a los demás, a su amada Argentina, es trabajando en condiciones dignas. Nadie le regala nada. No posee ninguna seguridad, al margen de las condiciones mínimas establecidas de decoro, de producir lo que consume o a veces ni siquiera eso, gracias a la capacidad al momento de desempeñarse. Ser vaga no es una opción. Ni siquiera vivir mirando el horario de salida en el reloj grande de la sala de espera. Tampoco sobra el tiempo para andar politiqueando con tanto para hacer, atendiendo al público, salir a cumplir con las distintas responsabilidades, volviendo puntual. Pero desde luego; ¿qué trascendencia periodística pueden tener esta información, tan importante como vivir con la verdad, demasiado pequeña para despertar el menor interés aunque sea imprescindible en el “día a día”? Vende más el insulto gratuito, la mentira, el daño, la desinformación. En especial si se trata de una mujer, blanco preferido de cobardes si los hay, porque es lo único que los puede hacer sentir valientes. Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI

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