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miércoles, 18 de agosto de 2021
Messi: ¿ídolo o mercancía? Por Pedro Brieger, director de NODAL
La pregunta parece capciosa porque Lionel Messi logra conjugar ambas categorías. Para millones de personas en todo el mundo es un ídolo que deleita con sus jugadas magistrales y sus goles maravillosos, verdaderas obras de arte en eso que alguna vez fue un juego y hoy es llamado deporte.
Para unos pocos ese juego hace rato que es apenas un negocio donde hay mercancías que -gracias a las idolatrías- les permiten jugosas ganancias.
El nuevo negocio y la idolatría pasan por Paris y Doha ya que el millonario Paris Saint Germain (PSG) se quedó con Messi, pero sin Catar hoy sería uno más de los tantos clubes franceses de fút
bol. La historia se repite. Siempre hay un poderoso más poderoso que otro poderoso para birlar una preciada mercancía que -en este caso- se llama Messi, que proviene de Rosario, la ciudad argentina que -aunque no forme parte del negocio- nunca perderá la adoración de su ídolo. Mientras que el FC Barcelona se queda con las manos vacías.
Catar, gobernada por una monarquía hereditaria desde que nació en 1971 y nada en oro negro, se apodera de una joya que estuvo años en manos de un poderoso de capa caída que la trajo del llamado Tercer Mundo veinte años atrás, cuando en la Argentina nadie tenía lo suficiente para invertir en ese pequeño diamante en bruto.
La historia se repite aunque ya no es la expansión del capitalismo como sucedió desde la colonización y cuando las potencias coloniales competían por apoderarse de las materias primas de América Latina. Desde mediados del siglo XX le agregaron jugadores de fútbol, verdaderos diamantes en bruto, que solo había que pulir para darles forma y luego ofrecerlos en el mercado como mercancías. En realidad, no hay porqué asombrarse ni escandalizarse ya que el deporte como lo conocemos hoy nació a fines del siglo XIX y la competencia entre equipos de fútbol se parece mucho a la que existe entre empresas cuando pugnan por ganar un mercado. Gana el más fuerte, y el más fuerte -o el mejor- es el que más gana, aunque a la inmensa mayoría de los jugadores de fútbol del planeta apenas les quede la ilusión de formar parte de una élite a la que pocos llegan. En este sentido se parece mucho a la ilusión de miles de emprendedores que comienzan un negocio por cuenta propia aspirando a ser Bill Gates, pero donde la inmensa mayoría se frustra en el camino.
Alguna vez el ex portero del Real Madrid y del Celta de Vigo, Javier Maté, dijo que “se crea un monigote y se explota, y en el momento que pierde fuerza o no entra por el aro se le devora y se crea otro”. Maté fue categórico: “los futbolistas son mera mercancía”.
Messi es hoy el diamante más preciado, como lo fueron antes los argentinos Di Stefano y Sívori o los brasileños Romario, Ronaldo y Ronaldinho, entre miles de superdotados surgidos del pobrerío tercermundista latinoamericano. Y Maradona, claro, el único que se llevó en sus valijas la rebeldía de los pobres y la paseó por Nápoles, el sur pobre de Italia.
Ahora, el ídolo catalán (sin ser catalán) abandona Cataluña y automáticamente se convierte en ídolo del parisino PSG pero propiedad de un catarí. Más que propiedad es un “activo del PSG”, como bien aclaró Nasser Al-Khelaifi, su dueño. “Es la globalización, estúpido” nos diría Clinton desde los Estados Unidos, o tal vez habría que decir que “el producto” Messi, o sea la mercancía, se traslada a París. Y en Barcelona ya hay borrón y cuenta nueva. Como la “mercancía” Messi ya no tiene valor en Cataluña, los directivos del Barsa rápidamente borraron su cara del Camp Nou, su icónico estadio. Claro que no podrán borrar al ídolo que anida en los corazones catalanes porque los ídolos no se borran, pero las mercancías sí. De esto podrían dar su testimonio algunos de los grandes ídolos suramericanos que fueron descartados una vez que ya no “vendían” y murieron en la pobreza. Solo para citar algunos podemos nombrar al brasileño Mané Garrincha y sus gambetas alocadas, al uruguayo Obdulio Varela -el recordado “negro jefe”- líder del “maracanazo” de 1950, o al maravilloso René Houseman, el argentino de las piernas chuecas. Son los ídolos que quedarán grabados por siempre en la memoria. Parafraseando a Varela podríamos decir “que los de afuera -el negocio- son de palo”.
Desde ya que no se trata de cargarle las tintas a Lio Messi ya que seguiremos disfrutando de su extraordinaria habilidad en el verde césped como ídolo y mercancía al mismo tiempo, y un engranaje más de esta poderosa maquinaria llamada fútbol.
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