El Congreso de Brasil aprobó una reforma laboral que profundiza la precariedad de las condiciones de trabajo en ese país y que se propone como
modelo para acciones equivalentes en Argentina y otros países.
Algunas de ellas son de tal nivel de violencia social que resulta difícil de creer que alguien hubiera podido siquiera imaginarlas. Por ejemplo, según la nueva ley brasileña, ”se permite que las embarazadas trabajen en ambientes no del todo salubres si presentan un certificado médico que asegure que no hay riesgo para ella o el feto”. Aclaremos lo obvio: los bebés y los fetos son mucho más sensibles a la contaminación que las personas adultas.
Aún más: un ambiente que es salubre para los adultos puede ser de muy alto riesgo para embarazadas y sus fetos. Es decir que no puede permitirse que mujeres embarazadas trabajen en ambientes “no del todo salubres”, aunque las empresas puedan comprar un certificado médico irresponsable que diga que eso es inocuo.
Es sólo un caso extremo de un conjunto de medidas de un extraordinario riesgo social: contempla la limitación de horas extras, abaratamiento de las indemnizaciones por despido, reducción de las jubilaciones, debilitamiento del rol de las organizaciones sindicales, acuerdos individuales por debajo de los convenios colectivos, dificultad de realizar juicios laborales, la posibilidad de trabajar en días no laborables sin remuneración adicional, y varias más de la misma orientación.
Este cambio en las políticas laborales se fundamenta en argumentos de lograr una mayor competitividad internacional de la producción. No se dice por qué es mejor ahorrar en los costos laborales que en los costos financieros, por ejemplo.
Hay, sin duda, un importante antecedente que respalda esta manera de pensar. Es la extraordinaria competitividad de la industria británica durante el siglo XIX, basada en el desarrollo de la máquina de vapor y en la sobreexplotación del proletariado inglés. Podemos discutir las ventajas y desventajas de liberalizar algunas variables económicas. Pero la salud humana nunca debe estar sujeta a los vaivenes de la oferta y la demanda.
Para ver las consecuencias sociales de estos proyectos económicos tenemos que analizar cómo fueron las condiciones de vida de los trabajadores ingleses en la época en que la reina Victoria logró la mayor competitividad mundial de la industria británica.
Quiero compartir con ustedes un texto del libro “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, de Federico Engels, publicado en 1845, que es quien mostró del modo más descarnado, el costo social de la expansión económica británica del siglo XIX. Se trata de la descripción de las condiciones de vida de los trabajadores en la ciudad de Londres, alojados en casuchas infames y en medio de basurales. Pueden bajarlo de aquí:
https://www.dropbox.com/s/zcfm3qstqcedgqb/LAS%20GRANDES%20CIUDADES%20-%20Londres.pdf?dl=0
Es frecuente que leamos sólo aquellos autores que confirman nuestros propios puntos de vista. Así, los agnósticos no suelen leer la Biblia y los creyentes no suelen leer a los autores marxistas. Les pido entonces, que lean estos textos sin demasiados preconceptos ideológicos. Se trata, simplemente, de la descripción de aquellas partes de una ciudad que nunca figurarían en una guía turística.
Como textos complementarios, les agrego dos páginas, como estudios de caso del mismo autor sobre Manchester, la ciudad emblemática de la industria británica. El primero se refiere a la convivencia de las familias obreras con los ríos contaminados:
RÍOS CONTAMINADOS EN MANCHESTER
“Abajo fluye, o más bien se estanca el Irk, riachuelo oscuro como la pez y de olor nauseabundo, lleno de inmundicias y detritos que deposita sobre la orilla derecha que es más baja.
En tiempo de seca, subsiste en este río toda una serie de parches fangosos, fétidos, de un verde negruzco, desde el fondo de los cuales suben burbujas de gas mefítico que despide un tufo que, incluso desde lo alto del puente, a 40 ó 50 pies sobre el agua, todavía es insoportable. El propio río, además es retenido casi a cada paso por grandes obstáculos detrás de los cuales se depositan en masa el fango y los desperdicios que allí se descomponen.
Río arriba desde el puente, se levantan grandes tenerías más allá tintorerías, fábricas de carbón de huesos y fábricas de gas, cuyas aguas usadas y desperdicios terminan todos en el Irk que recibe además el contenido de las cloacas y retretes que allí desaguan.
Río abajo, desde el puente, se ve por encima de los montones de basura, las inmundicias, la suciedad y el deterioro de los patios, situados sobre la escarpada orilla izquierda: Las casas están apiñadas las unas contra las otras y la pendiente del río permite percibir sólo una fracción de ellas, todas ennegrecidas de hollín, decrépitas, vetustas, con sus ventanas de cristales rotos”.
(Federico Engels: “Situación de la clase obrera en Inglaterra”)
El segundo texto, también sobre Manchester, describe la cría de cerdos dentro de los patios de las viviendas populares de esa ciudad.
CRÍA DE CERDOS EN LAS VIVIENDAS POPULARES EN MANCHESTER
“Por lo demás, los montones de escombros y de cenizas, los charcos en las calles existen en ambos barrios y, en el distrito de que hablamos en este momento, comprobamos además otro hecho muy desventajoso para el aseo de los vecinos: el gran número de cerdos sueltos por las callejuelas escarbando en la basura o encerrados en los patios en pequeñas cochiqueras. Los criadores de cerdos alquilan aquí los patios, como en la mayoría de los barrios obreros de Manchester, e instalan cochiqueras.
En casi todos los patios hay uno o más rincones separados del resto, donde los vecinos del lugar arrojan toda la basura y los detritos. Los cerdos se engordan en ellos, y la atmósfera de esos patios, ya cerrados por todos lados, es infestada debido a la putrefacción de las materias animales y vegetales.
Se ha abierto una calle ancha y bastante conveniente a través de ese barrio -Miller Street- y disimulado el fondo con bastante éxito, pero si se deja uno arrastrar por la curiosidad en uno de los numerosos pasajes que conducen a los patios, podrá comprobar cada veinte pasos esta cochinada, en el sentido exacto del término”.
(Federico Engels: “Situación de la clase obrera en Inglaterra”)
Sabemos que, con este abaratamiento de los costos laborales, las industrias británicas lograron dominar el mercado mundial. No siempre recordamos la enorme rentabilidad de la esclavitud.
En esta entrega, ustedes reciben:
La descripción que hace Engels de las condiciones sociales en Londres, en 1845. Va como documento adjunto.
El recordatorio de mi libro “La guerra contra el Planeta”, que acaba de publicar la editorial Capital Intelectual y el contacto con el editor para quienes estén interesados en adquirir la obra.
La obra de arte que acompaña esta entrega es Las Cigarreras, de Gonzalo Bilbao, pintado en 1915. Muestra las condiciones de trabajo de las cigarreras de Sevilla, de las cuales la màs famosa es Carmen, la protagonista de la ópera del mismo nombre, de Georges Bizet. En la obra se ve a una mujer amamantando a su bebé en el interior de la fábrica de tabacos, cuyas tremendas condiciones de insalubridad ya eran bien conocidas en la época.
Un gran abrazo a todos.
Antonio Elio Brailovsky.
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