Yo fui anti k. Yo fui adolescente en el menemismo y delaruismo. Las palabras riesgo país, deuda externa, desocupación, default y jubilados llorando eran parte del paisaje. Las primeras planas mostraban a los políticos jugando al golf . ¿Qué tenía de raro? Nada. Es lo que vi desde que nací.
A los 18 me vine a estudiar a la UBA. Desayunaba con Débora Pérez Volpin dando las noticias en un programa llamado Arriba argentinos. ¿Posición política? Sí. Era recostada y mirando a Mirtha, obnubilada por el champagne que ellos tomaban, sonámbula con las fiestas de una Susana Giménez que salía atropellando indigentes con una limousine que puso a nombre de un discapacitado para no pagar impuestos. ¿Los invitados? Los Menem, los Macri, los Fortabat, los Legrand. Nosotros la mirábamos por tv naturalizando su fortuna y nuestra pobreza.
Una mañana yendo a la facultad , veo en Cabildo y Juramento, una cola de familias organizadas para comer de la basura en Mc Donald. Frené. Observé. ¿Cómo es posible? ¿Cuándo pasó esto?
Pero Débora Pérez Volpin me fue convenciendo de que eso también era el paisaje. Hizo informes sobre “ser pobre por elección” , mostró testimonios de los vecinos de Mc Donald cuya vereda se ensucia con estos indigentes, y escuché los testimonios de transeúntes aterrorizados sobre lo que estos pobres “por elección” podrían llegar a hacerte “a vos, que te rompés el orto trabajando”. Y empecé a cruzar de vereda. En todos los sentidos.
“Todo bien, pero yo me rompo el orto trabajando” decía, sin saber que me implantaron esa idea como un chip, a cuentagotas mañana tras mañana. Un día la cola de indigentes no estaba más, pero no me di cuenta, porque hacía rato que cruzaba de vereda.
Un día mi hermano me contó que mi otro hermano biólogo estaba muy contento con el nuevo gobierno de Néstor Kirchner. ¿Ehhh? Qué hambre! Qué le picó?? Otro día, mi tío me dice… “Es la primera vez en 20 años que veo en la calle a la gente con bolsas, la gente está comprando y se va de vacaciones.” Mi tío es un tipo raro, siempre en contramano.
Un día me llaman de la facultad para ofrecerme una beca: el gobierno quería becar a la gente del interior para que pueda terminar la universidad. “No gracias, no lo necesito” Corté y quedé mirando el teléfono.
¿Qué está pasando? Te digo la verdad, me daban asco los Kirchner: me preguntás ¿Por qué? No sé. Debe ser que al asco uno no le exige datos. También creo que había un movimiento psíquico que me resultaba insoportable y era que haya personas rebeladas a la información oficial. ¿Con qué tupé? Esos también me daban asco.
Cuestionar la información oficial era un movimiento muy desestructurante que implicaba algo así como sacarme los ojos y ponerme otros. Un día murió Néstor Kirchner. La gente lloraba, hablaba de leyes, de políticas, de un modelo para todos. Mi tío, mi hermano, el llamado de la universidad… cobraron otro sentido. Y sí. Me saqué los ojos y me puse otros.
Fue un gran esfuerzo levantar el culo del sillón donde miraba Mirtha. Busqué datos , fuentes internacionales, investigue qué negocios hay en la espalda de la bella Débora Volpin cuidadosamente disfrazados con una estética de programa fresco y matutino.
¿Qué la última década fue perfecta? No. ¿Qué no hubo chorros, maquiavelos y estafaos? No. Pero ya no miré la fiesta por tv.
Se dejó de tomar champagne y se empezó a tomar leche, se cambiaron los palos de golf por 19 vacunas gratuitas. Mi hermano biólogo consiguió trabajo. Sus amigos fueron repatriados. Mi hermana se hizo la casa con Procrear, aunque lamentablemente nunca dejó de mirar a Volpin. Yo me recibí en la Universidad Publica y vi crearse 17 en el interior para que más gente tenga mi suerte. La cola para comer de la basura paso a ser una fila de niños con notebooks.
Se dejó de hablar deuda externa y se pagó casi toda. El mundo hablo del lanzamiento de nuestros satélites. YPF , Aerolíneas, Correo Argentino, Aguas, Trenes. Se abrazó a las abuelas, se buscó y encontró a Guido y a 200 más. Entré a la ESMA, conocí la historia a la que le querían poner punto final. Fueron presos los genocidas. Museos, centros culturales y parques de ciencia de nivel internacional. Llevé a mis hijos a la costa varias veces, una costa llena de gente comprando y vendiendo, tal como había observado mi tío y yo no podía ver…
Pero el día que vi los hilos, supe en qué vereda están los verdaderos peligrosos.
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