Estamos recibiendo datos, cruzando fuentes, tratando de mantener cabeza fría en medio de este aquelarre de imágenes inquietantes.
De todo lo que pudimos chequear, les aseguro que no hay ninguna información que no esté incluida entre la cantidad agotadora ya publicada.
Es decir: ninguna capaz de producir conclusiones diferentes a las que puede sacar cualquiera de ustedes, o del "común" de la sociedad perspicaz en sus preocupaciones políticas, solidaria con el Gobierno en este momento extorsivo, pero sin acceso a cierta data de que podemos disponer los periodistas.
Esta es una (muy) escueta síntesis de lo que naturalmente iremos ampliando.
Un título podría ser que casi todo es cierto.
El tema es qué se hace al cabo de esa certeza, que no sea caer en provocaciones ni en el facilismo de despacharse con la urgencia de mecanismos represivos porque eso, justamente, es lo que necesita la derecha activadora.
Entonces:
Es cierto que el comando ideológico de este putsch policial se encuentra en la prédica incansable de los medios de comunicación que ya sabemos.
Es cierto que los salarios del personal de La Bonaerense son una afrenta a la dignidad, del mismo modo en que lo son los de tantos sectores postergados.
Es cierto que la cuarentena afectó los ingresos extra (legales y delincuenciales) de los amotinados y de su cadena de mandos: parate del fútbol, de la articulación con los barrabravas, de los desarmaderos, de los peajes de la prostitución, de la droga.
Es cierto que esto no se pudo haber hecho sin el guiño de la punta de la Fuerza, que en un comienzo hubo combustible agregado desde intendencias manejadas por el Pro y que, después, se anarquizó hasta el punto de que la imagen sediciosa de los policías despierta una indignación social más grande que lo que pretendieron agitar.
Es cierto que al gobierno bonaerense, en cabeza responsable de su comentarista de policiales Sergio Berni, no se le escapó la tortuga sino una manada de elefantes.
Y es cierto que la prioridad es desactivar este amotinamiento, lo cual deberá hacerse con una inteligencia que, a la vez, priorice no provocar enfrentamientos violentos.
Acaba de hablar Alberto para anunciar que la plata correctiva saldrá de las arcas de CABA.
Desconozco si la médula y el tono del anuncio bastarán para resolver el putsch ya mismo.
En cambio, sé que, si se pudiera salir a la calle para respaldar al Gobierno ante esta apretada (y otras tantas), las cosas serían no más fáciles, pero sí más intimidatorias contra quienes trabajan para socavarlo.
No se puede. No se debe ganar la calle en este momento que va para largo. Porque nosotros somos mejores que los odiadores seriales.
Pero es imprescindible tener en cuenta, por las dudas, que la fuerza reconquistada está intacta.
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