¿Cuál es la historia de este grupo encabezado por los Rocca que se levantó gracias a la relación que construyó con el poder de turno y los negocios que hizo con el Estado en la obra pública, en los más de 60 años que lleva produciendo en Argentina? Estos lazos fueron y son determinantes en la historia del gigante de acero que hoy integra un holding con sedes en más de 100 países.
Las suculentas ganancias las consiguieron a través de los “favores” recibidos por los sucesivos gobiernos y a costa del sudor y la sangre de sus empleados. Así ocurrió por ejemplo durante la última dictadura militar, un período del que Techint no quiere hablar y del que sin embargo tiene mucho para decir.
¿Cómo se creó el imperio de la familia más rica de Argentina?
De Mussolini a Forbes. De la primera a la tercer generación. Este es el recorrido que hizo el emporio que puso en pie Agostino Rocca y que hoy maneja su nieto Paolo.
Agostino fue un joven “emprendedor” italiano, ex combatiente de la Primera Guerra Mundial. En 1921 se recibió de ingeniero industrial y electrónico en el Politécnico de Milán. Poco tiempo después se casó con la heredera de los accionistas de la Banca Commerciale Italiana, lo que le permitió emplearse en Dalmine de Bérgamo, porque este banco controlaba financieramente esa empresa que producía tubos de acero sin costura. Tiempo después, cuando las empresas siderúrgicas fueron estatizadas por Mussolini, se convirtió en el director general del conglomerado de estas compañías y continuó siendo el vicepresidente de la famosa Dalmine de Bérgamo. Durante la Segunda Guerra, el gobierno fascista reacondicionó las fábricas para la industria bélica y Rocca fue el encargado de su organización. También fue consultor de la Banca Commerciale Italiana.
En 1945 fundó Techint como corporación internacional pero huyó con la llegada de los aliados y terminó desembarcando en Argentina al año siguiente. En 1948 compró los terrenos en la localidad bonaerense de Campana, a 75 km de la Capital Federal, donde a partir de 1954 instaló Dálmine Safta (Sociedad Argentina para la Fabricación de Tubos de Acero).
Techint heredó la capacidad productiva alemana, origen de los dueños de la empresa Dalmine a comienzos de siglo XX, y se convirtió en la primera fábrica de caños sin costura en Latinoamérica, conocidos por su fuerte resistencia al calor y usados en actividades varias: para la extracción de petróleo, centrales eléctricas, en la industria automotriz, y obras civiles, entre otros [1].
Su poder y expansión se basó en dos líneas directrices: la construcción de establecimientos industriales en el campo metal-mecánico y los proyectos y puesta en práctica de obras públicas de gran envergadura ligadas a la industria petrolera, eléctrica y a los montajes industriales.
En 1951 fundó LOSA, productora de ladrillos para la construcción, en 1962 anexó a Dálmine la acería eléctrica Siderca y ese año comenzó a exportar los caños. En 1970 instaló Propulsora Siderúrgica en Ensenada para producir chapas y bobinas laminadas en frío y en Florencio Varela creó la Sidercolor para pre-pintado y revestido plástico de las chapas.
El crecimiento del grupo fue espectacular en pocos años, siendo importante su desarrollo incluso a nivel internacional. El principal cliente de Techint fue siempre el Estado argentino. Tan tempranamente como que en 1949 el gobierno de Perón, a través de un amigo en común Torcuato Di Tella, le adjudica a Agostino Rocca la obra del primer gasoducto entre Comodoro Rivadavia y Buenos Aires. En 1957, bajó la dictadura gorila de la “Libertadora”, consiguió hacer el montaje mecánico del Alto Horno de Somisa. Al año siguiente, el de Zapla; también lleva a cabo el complejo vial Zárate-Brazo Largo y la galería del Cristo Redentor, que atraviesa la cordillera mendocina entre Argentina y Chile.
Siempre negoció y mantuvo relaciones políticas con todo el arco político burgués. Desde las excelentes relaciones primero con el gobierno militar, luego con el alfonsinismo y con Menem, quién le entregó en bandeja la privatización de SOMISA a un precio irrisorio dejando como resultado más de 8.000 trabajadores en la calle. Formó parte de los “capitanes de la industria.
El fundador de Techint falleció en 1978 y la posta la tomó su hijo Roberto quién falleció en 2003 cediendo el poder al directorio donde estaban sus tres hijos. Hoy Paolo es el Jefe del imperio y forma parte del comité ejecutivo de la Word Steel Association que nuclea al sector del acero a nivel mundial, Agostino falleció en diciembre de 2001 y Gianfelice se encarga del negocio de Salud de la familia, la empresa Humanitas.
Actualmente los Rocca ocupan en Campana unas 400 hectáreas con 160.000 m2 de edificios industriales, una docena de kilómetros de vías férreas propias, caminos, 500 departamentos, escuelas, campo deportivo, iglesia, club y un canal de 2.000 metros. La revista Forbes no sólo incluye a Paolo Rocca como uno de 300 hombres más ricos del mundo, también lo califica como al más rico de Argentina con una fortuna global que alcanza unos USD 4.900 mil millones y una facturación anual que alcanza los USD 15 mil millones. También tiene desde hace poco tiempo intereses millonarios en Vaca Muerta (Neuquén), donde Paolo se mostró hace muy poco con el presidente Macri. A través de Tecpetrol recibe del gobierno subsidios que no fueron eliminados a pesar de los recortes presupuestarios generales. Se estima que para el año que viene estos subsidios podrían alcanzar los USD 600 millones.
Los 70: persecución sindical y represión
La madrugada del 22 de septiembre de 1976, Alberto Luis Bedia fue secuestrado en Campana mientras dormía en la casa de sus padres, un grupo de hombres vestidos de civil y encapuchados lo golpearon y se lo llevaron. A Armando Culzoni, Manuel Ignacio Martínez y Raúl Aroldo Moreno les pasó lo mismo. Los cuatro eran obreros de Dálmine-Siderca y sus familias recuerdan los hechos como “la noche de los tubos”. Un ex compañero de sector de Alberto Bedia, Eduardo Pitter, en una entrevista a Victoria Basualdo en 2013 afirmó que días antes de su desaparición le dijo que había descubierto que en la caja de la Oficina de Personal los ejecutivos guardaban una libreta negra que tenía los nombres de los obreros que molestaban a la empresa [2].
Techint y la familia Rocca fueron promotores del golpe militar y apoyaron activamente al gobierno y su política económica, al mando de Martínez de Hoz, conocido de los Rocca de los tiempos en que éste ocupaba la presidencia de Acindar.
En Dálmine-Siderca como ocurrió también en otras empresas de la familia Rocca, por ejemplo propulsora Siderúrgica en La Plata [3], se persiguió a delegados y activistas con particular saña y se financió a los grupos de tareas que participaban de las sesiones de tortura y posterior desaparición de los trabajadores. En total 80 trabajadores fueron víctimas del terrorismo de Estado de alguna forma. La empresa invirtió en comisarías donde funcionaron centros clandestinos de detención. Se calcula que hubo más de 10 en la zona de Campana y Zárate. Entre ellos prevalece el Club Deportivo Dálmine que los Rocca tutelaron y financiaron para poner a disposición de los militares, a la vez les cedieron el uso del puerto de la compañía para embarcar detenidos y el edificio Catalinas que Techint tiene en el barrio porteño de Retiro. Este edificio era usado para reuniones de la cúpula castrense. A cambio las fuerzas controlaban a los trabajadores y los mantenían amenazados dentro del predio industrial. Muchos trabajadores que permanecen desaparecidos, fueron secuestrados en las puertas de las fábricas. En general los mandaban a llamar para que dejen sus trabajos y se acerquen a la portería.
El primer ciclo represivo se produjo en marzo de 1975, en el mismo momento −no casualmente− en que se desató el brutal operativo militar en la cercana ciudad de Villa Constitución; dejando en claro la acción coordinada de las grandes empresas, las fuerzas represivas y el gobierno en el cinturón industrial norte. Entre los años 1976 y 1977 crecieron los secuestros y detenciones y en 1979, durante una importante huelga, volvieron a ser perseguidos. Incluso en 1980 continuaron las desapariciones [4]. No hay que olvidar que en el mismo mes que se inició el golpe, los combativos trabajadores de Dálmine venían luchando por conseguir una “coparticipación”, un dinero extra que recibieron en la liquidación del sueldo. Solo tuvo un año de vigencia frente al avance patronal.
El cinismo de la gerencia se expresaba en la figura del presidente de la compañía de aquel entonces, Roberto Rocca, quién ante el asesinato de un ingeniero activista de la planta, para ocultar el crimen en mano de los grupos de tareas, indemnizó a su esposa “por muerte accidental”. Una actitud similar adoptaban ante la desaparición de los trabajadores de la planta, a los que les computaban asistencia perfecta.
Es importante agregar que según documentos hallados de la ex DIPBA, el ex suboficial principal de la Fuerza Aérea, Roberto Paulino Nicolini, fue una pieza clave para que funcione aceitadamente el circuito represivo articulado por la patronal. Fue jefe de vigilancia de Cometarsa (otra de las empresas que los Rocca tenían en Campana) y uno de los máximos “agentes especiales de inteligencia” del reconocido Batallón 601 de Inteligencia. La policía interna, organizada bajo su comando, contaba con una red de espionaje distribuida al interior de la planta industrial de Siderca y en toda la ciudad de Campana. Nicolini después creó dos empresas de seguridad pero siguió vinculado a la empresa, incluso en fechas tan tardías como julio de 1986, donde armaba informes a pedido de la gerencia sobre los obreros que estaban vinculados a actividades del PC y del MAS.
Sin dudas la empresa se benefició enormemente de la política económica y represiva del período dictatorial a dos niveles. Por un lado haciendo uso de la bicicleta financiera, obtuvieron grandes préstamos internacionales, fueron proveedores exclusivos del Estado y tampoco faltaron a la fiesta de la obra pública. Incluso años después cuando el gobierno estatizó la deuda de numerosas compañías se benefició por al menos USD 186 millones.
Por el otro, su estrategia de disciplinamiento social basada en el terror y el miedo logró reducir la cantidad de empleados hacia 1979, aumentando enormemente la productividad y los niveles de explotación, produciendo más con menos obreros. Las ganancias fueron siderales.
Las investigaciones judiciales encontraron valiosos testimonios y pruebas documentales sobre la participación activa de los empresarios y jefes de Techint en la desaparición de obreros. Sin embargo, los procesos se paralizaron y el rol del grupo Rocca en los crímenes quedó impune. Salvo en un caso.
La Cámara Nacional de Trabajo en 2012 falló a favor de Gimena Ingenieros, hija de Enrique Ingenieros, desaparecido en 1977. Ella demandó a la empresa Techint ante la Justicia laboral por considerar que fue responsable de la desaparición de su padre. Luego de que la Cámara del Trabajo reconociera que tenía derecho a percibir la indemnización porque se trató de un delito de lesa humanidad que no prescribe, la Corte Suprema dictaminó que “las acciones de responsabilidad civil derivadas de delitos de lesa humanidad” también “son imprescriptibles”. Los Rocca por una Cámara Civil solo fueron obligados a pagar una indemnización, siguieron impunes por los crímenes. Pero ellos no fueron los únicos empresarios que no recibieron condena por haber sido participes necesarios del genocidio de clase que se dio durante la última dictadura militar. Solo algunos llegaron a juicio, y uno solo recibió condena.
Tenaris y Ternium
Sobre esta base la familia Rocca se consolidó en el negocio del acero que los llevó a ocupar el primer lugar en el business siderúrgico. Luego, bajo gobiernos constitucionales, continuó con sus negocios expandiendo su capital en varias ramas (Telefónica, Construcción) hasta convertirse en el holding más importante de capital nacional.
Los dos grandes consorcios en los que el grupo Techint agrupó sus empresas son Tenaris y Ternium. La primera agrupa a todas las empresas relacionadas con tubos de acero y la segunda las de aceros planos. Ambos fueron constituidos por Paolo ocho meses después de la muerte de su hermano Agostino, el 17 de diciembre de 2001, en las últimas horas de la presidencia de Fernando De la Rúa. A partir de ese momento se convertía en el único heredero del holding que tiene su sede en el principado de Luxemburgo, lugar elegido como “paraíso fiscal” porque las ganancias están exentas de cualquier impuesto.
Como afirman en su página web, Techint controla un centenar de empresas de las cuales sólo cuatro importantes están radicadas en la Argentina: SIAT y Siderca, por medio de Tenaris, y Siderar e Impeco a través de Ternium. En total cuenta hoy con 48.000 empleados entre sus empresas radicadas en Argentina, Italia, Estados Unidos, China, Canadá, Brasil, Gran Bretaña, Chile, México, Japón, Rumania, Portugal, Liechstenstein, Uruguay, Colombia, Guatemala, Noruega, Irlanda, Singapur, Indonesia, Islas Vírgenes Británicas y Venezuela.
Paolo Rocca: de Forbes a Bonadio
Los últimos días al magnate del acero debió declarar ante el juez “de la servilleta” Claudio Bonadio luego de ser implicado en la causa de los cuadernos. Entre los infinitos negociados que su historial hace presuponer que le caben a Techint hoy se ha ventilado solo el que lo involucra en el pago de coimas a funcionario kirchneristas para que estos intercedan ante el expresidente de Venezuela, Hugo Chávez. El dinero que acercó Techint en el 2008 a través de dos de sus principales ejecutivos como son Héctor Zabaleta y Luis Betnaza fue para lograr que Venezuela pagara una etratosférica indemnización por la nacionalización de Sidor, una filial del holding de los Rocca que opera en ese país. En aquella oportunidad el Grupo Techint se alzó con USD 1.900 millones.
Paolo ya acumulaba en su haber la citación de la Justicia Italiana por el pago de coima en Brasil por USD 9 millones para quedarse con obras de Petrobras en dicho país. Buscan determinar si directivos de Techint utilizaron sociedades offshore, y una cuenta en Suiza para pagar sobornos a funcionarios brasileros de Petrobras.
Sin embargo Paolo Rocca parece que correrá mejor suerte que Al capone. Ni siquiera será detenido por evadir al fisco.
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