Por Néstor Pitrola
Según el “moderno” concepto del Banco Mundial -y de todo el sistema capitalista de hoy-, el Estado debe asumir la responsabilidad asistencial sobre los adultos mayores, bajo la forma de una “pensión sustentable” mediante las finanzas públicas generales. Consecuencia: están atacando los sistemas jubilatorios en todo el mundo por las dificultades fiscales, debido a las deudas soberanas, a la rebaja de impuestos para compensar la caída de la tasa de ganancia del capital productivo, a la tendencia a la sobreproducción capitalista y el hundimiento del consumo como consecuencia de la reducción de los ingresos reales de una población trabajadora cada vez más precarizada y peor paga.
Para los socialistas del Partido Obrero, en cambio, la jubilación es un salario diferido y en ese concepto ha luchado la clase obrera argentina más de un siglo para conquistar el sistema jubilatorio que es atacado sistemáticamente por los gobiernos capitalistas. En estos días el concepto de salario diferido ha sido rescatado integralmente por el Defensor de la Tercera Edad de la Ciudad de Buenos Aires, Eugenio Semino.
¿Qué quiere decir? Que es un salario que, en lugar de cobrarse cada mes en la vida activa del trabajador, se cobra en los años del retiro de esa vida laboral. Hoy, el retiro es a los 60 años para las mujeres, a los 65 para los varones y a los 70 de manera optativa, con la condición de 30 años de aportes.
El salario es el precio que adopta el valor de la fuerza de trabajo, una mercancía más, en el sistema capitalista. El precio de esa tan particular mercancía se fija en el mercado (laboral) y está determinado por la canasta necesaria para reproducir esa fuerza de trabajo en todos sus componentes: alimento, transporte, vivienda (alquiler, construcción propia o crédito hipotecario), vestido, salud, servicios, impuestos directos, manutención y educación de los hijos que serán la fuerza de trabajo del futuro, entre otros conceptos. Lo que llamamos la “canasta familiar” por la que luchan los trabajadores desde todos los tiempos.
Esa canasta familiar tiene una definición histórica determinada, no es igual hoy que hace 50 años porque han cambiado las condiciones de vida y civilización de la sociedad. En la Argentina de hoy esa canasta no baja de $65. 000 (no confundir con la canasta básica que marca la línea de pobreza que llegó a los $40.378 en enero, según el Indec). Como se aprecia, es una dura lucha la de los trabajadores para lograr ese salario.
A ese salario que equivale a la canasta familiar, debemos agregar los aportes jubilatorios que garantizarán la mantención del trabajador jubilado de manera acorde a sus condiciones durante la vida activa. Esto porque de lo contrario el trabajador debería trabajar hasta morir, o morir cuando no pueda trabajar más. De hecho las tribus nómades primitivas no tenían más remedio que abandonar a la muerte a los ancianos de esa época que ya no podían seguir con el conjunto.
Desde ese lugar, el aporte es parte del valor de la fuerza de trabajo y no de la plusvalía de la que se apropia el capitalista o el Estado cuando oficia de Estado-patrón, por lo tanto es parte del salario, o sea un salario diferido. Por eso mismo, nuestra clase obrera libró una feroz lucha en los años 1923/24 para que los aportes fueran exclusivamente patronales. Tratándose de una parte integral del salario, jamás podría pagarlo el trabajador mismo, sino el empleador.
La patronal ha ido introduciendo el concepto contrario. Aprovechándose de la circunstancia de que es agente de retención de todos los aportes, personales y patronales (hoy compartidos en 11% y 17% respectivamente), considera que todo el aporte lo hace la parte empresaria. Más aún, llaman a los aportes de la seguridad social "impuestos al trabajo”, un discurso “neoliberal” generalizado, especialmente entre las llamadas Pymes. Tuvimos también el nefasto experimento menemista de las AFJPs, etapa en la cual se aumentaron los aportes personales y se rebajaron drásticamente los aportes patronales que llegaron al 34% en su época máxima.
La presión de los capitalistas mismos, de sus fuerzas políticas y medios de comunicación, como la de los técnicos económicos del sistema, va permanentemente en el sentido de rebajar los aportes patronales y, al mismo tiempo, subir los personales. La ley de emergencias albertista mantuvo y amplió la rebaja de aportes patronales y la reforma de las jubilaciones de privilegio, aumentó los aportes personales creando todo un antecedente negativo. Subir el aporte personal es una nueva deducción del salario de convenio, de manera que el trabajador paga con privaciones su propio retiro. La patronal, por su parte, perfora hacia la baja el valor de la fuerza de trabajo y aumenta por medios compulsivos y absolutos su plusvalía o excedente del trabajo del que se apropia.
Buscan así recomponer una tasa de ganancias amenazada por cualquier costo menos por el costo salarial que está muy por debajo del valor de la fuerza de trabajo si miramos el promedio salarial argentino y el hecho de que más del 50% de los trabajadores ganan por debajo de la línea de pobreza.
La conquista arrebatada del 82% móvil está en nuestra línea. Porque es el neto del mejor salario que el trabajador ganó antes de jubilarse. Por eso defendemos incondicionalmente la movilidad, defendemos a capa y espada los regímenes especiales de colectivos de trabajadores que lograron el 82%, abogamos por la reposición de los aportes patronales, el blanqueo de toda suma salarial y de todo trabajador en negro, rechazamos la precarización y luchamos por el trabajo como un derecho. Para que todos los trabajadores vuelvan a tener jubilación y que ella sea del 82% móvil.
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