miércoles, 3 de agosto de 2016

Cincuenta años de la Noche de los Bastones Largos


Noche de los Bastones Largos. 29 de julio de 1966. La Noche de los Bastones Largos fue el desalojo por parte de la Dirección General de Orden Urbano de la Policía Federal Argentina, el 29 de julio de 1966, de cinco facultades de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en Argentina, ocupadas por estudiantes, profesores y graduados, en oposición a la decisión del gobierno militar de intervenir las universidades y anular el régimen de cogobierno. Contenido 1 El hecho 2 Renuncias, cesantías y emigración de profesores e investigadores 3 Desmantelamiento de la universidad reformista 4 Reconocimiento y memoria 5 El testimonio del norteamericano Warren Ambrose 6 Referencias 7 Bibliografía 8 Véase también 9 Enlaces externos [editar] El hecho Puerta exterior (Perú nº 222) de lo que fue una de las entradas a la facultad de Exactas y Arquitectura UBA. El mes anterior, el 28 de junio de 1966, el Teniente General Juan Carlos Onganía había derrocado el gobierno democrático de Arturo Illia y dado inicio a la dictadura autodenominada Revolución Argentina. Las universidades públicas argentinas estaban entonces organizadas de acuerdo a los principios de la Reforma Universitaria, que establecían la autonomía universitaria del poder político y el cogobierno tripartito de estudiantes, docentes y graduados. La represión fue particularmente violenta en las facultades de Ciencias Exactas y Naturales y de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Juan Carlos Onganía, militar que presidió de facto la Argentina entre 1966 y 1970. La Policía Federal Argentina, que se encontraba bajo intervención militar desde el 28 de junio de 1966, tenía órdenes de reprimir duramente. El nombre del hecho proviene de los bastones largos usados por efectivos policiales para golpear con dureza a las autoridades universitarias, los estudiantes, los profesores y los graduados, cuando los hicieron pasar por una doble fila al salir de los edificios, luego de ser detenidos. En el caso de la intervención a la Facultad de Ciencias Exactas, Rolando García (hoy celebridad mundial), el decano en ese entonces, se hallaba con el vicedecano, Manuel Sadosky, cuando entraron los policías, y salió a recibirlos, diciéndole al oficial que dirigía el operativo: ¿Cómo se atreve a cometer este atropello? Todavía soy el decano de esta casa de estudios Un corpulento custodio le golpeó entonces la cabeza con su bastón. El decano se levantó con sangre sobre la cara, y repitió sus palabras: el corpulento repitió el bastonazo por toda respuesta.[1] Fueron detenidas en total 400 personas y destruidos laboratorios y bibliotecas universitarias. Renuncias, cesantías y emigración de profesores e investigadores En los meses siguientes cientos de profesores fueron despedidos, renunciaron a sus cátedras o abandonaron el país. En total emigraron 301 profesores universitarios; de ellos 215 eran científicos; 166 se insertaron en universidades latinoamericanas, básicamente en Chile y Venezuela; otros 94 se fueron a universidades de los Estados Unidos, Canadá y Puerto Rico; los 41 restantes se instalaron en Europa.[2] En algunos casos equipos completos fueron desmantelados. Es lo que sucedió con el Instituto de Cálculo de Ciencias Exactas, que operaba a Clementina, la primera computadora (construida por Ferranti, UK) de América Latina, donde sus 70 miembros renunciaron y emigraron, fue desmantelada.[3] [4] Lo mismo sucedió con el Instituto de Radiación Cósmica. Algunos de los profesores e investigadores afectados fueron: Rolando García, epistemólogo, físico, meteorólogo de fama internacional, fue el Decano que enfrentó la toma de la Facultad de Ciencias Exactas. En el exilio desarrolló, junto a Piaget, la epistemología genética. Exiliado. Sergio Bagú, historiador y sociólogo, uno de los pioneros de la teoría de la dependencia. Exiliado. Manuel Sadosky, qué había introducido la computación en el país. Exiliado. Gregorio Klimovsky, epistemólogo, considerado como una de las máximas eminencias en lógica matemática y filosofía de la ciencia del país. Pablo Miguel Jacovkis, matemático, decano de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA y presidente del CONICET en 1999 y 2000. Félix González Bonorino, el geólogo más eminente del país. Tulio Halperín Donghi, uno de los principales historiadores de América Latina. Exiliado. Risieri Frondizi, filósofo y ex rector de la UBA. Juan G. Roederer físico a cargo del Instituto de Radiación Cósmica. Catherine Gattegno de Cesarsky, astrónoma de fama mundial que en 2006 asumió la presidencia de la Unión Astronómica Internacional. Telma Reca, psicóloga, directora del Instituto de Psicología Evolutiva, cesanteada. Mariana Weissmann, física atómica, premio L'Oréal-Unesco 2003, primera mujer incorporada a la Academia Argentina de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; exiliada. Eugenia Kalnay, meteoróloga premiada en 2009 por la Organización Meteorológica Mundial, perteneciente a la ONU, por sus contribuciones sobresalientes en el campo de la climatología. Desmantelamiento de la universidad reformista Con la intervención del gobierno militar a las universidades se aplicó una estricta censura en los contenidos de enseñanza universitaria y se desmanteló un proyecto reformista de universidad científica de excelencia, sobre la base de la estrecha vinculación entre investigación y docencia. El hecho está considerado como una referencia central de la decadencia cultural y académica, y de la fuga de cerebros, en Argentina. Reconocimiento y memoria Solar actualmente ocupado por una playa de estacionamiento que estaba en el que se encontraba la facultad de la UBA. En julio de 2005 la Federación Universitaria Argentina entregó diplomas de reconocimiento a los 70 profesores universitarios que renunciaron en 1966 a sus cátedras en la Facultad de Agronomía de la UBA. En 2004 el director de cine Tristán Bauer estrenó una película con el título "La noche de los bastones largos: el futuro intervenido". El 8 de septiembre de 2010, el unitario televisivo "Lo que el tiempo nos dejó" presentó un capítulo referido a "La noche de los bastones largos". El testimonio del norteamericano Warren Ambrose El 30 de julio de 1966 se publicó en la edición matutina del periódico The New York Times una carta al editor enviada por Warren Ambrose, profesor de matemáticas en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y en la Universidad de Buenos Aires. Ambrose fue testigo y víctima del ingreso violento de fuerzas policiales a la Facultad de Ciencias Exactas, durante la Noche de los Bastones Largos. A continuación se reproducen dos párrafos de dicha carta. Entonces entró la policía. Me han dicho que tuvieron que forzar las puertas, pero lo primero que escuche fueron bombas que resultaron ser gases lacrimógenos. Luego llegaron soldados que nos ordenaron, a gritos, pasar a una de las aulas grandes, donde se nos hizo permanecer de pie, contra la pared, rodeados por soldados con pistolas, todos gritando brutalmente (evidentemente estimulados por lo que estaban haciendo –se diría que estaban emocionalmente preparados para ejercer violencia sobre nosotros-). Luego, a los alaridos, nos agarraron a uno por uno y nos empujaron hacia la salida del edificio. Pero nos hicieron pasar entre una doble fila de soldados, colocados a una distancia de 10 pies entre sí, que nos pegaban con palos o culatas de rifles, y que nos pateaban rudamente, en cualquier parte del cuerpo que pudieran alcanzar. Nos mantuvieron incluso a suficiente distancia uno del otro de modo que cada soldado pudiera golpear a cada uno de nosotros. Debo agregar que los soldados pegaron tan duramente como les era posible y yo (como todos los demás) fui golpeado en la cabeza, en el cuerpo, y en donde pudieran alcanzarme. Esta humillación fue sufrida por todos nosotros -mujeres, profesores distinguidos, el decano y el vicedecano de la Facultad, auxiliares docentes y estudiantes-. Hoy tengo el cuerpo dolorido por los golpes recibidos, pero otros, menos afortunados que yo, han sido seriamente lastimados. No tengo conocimiento de que se haya ofrecido ninguna explicación por este comportamiento. Parece simplemente reflejar el odio del actual gobierno por los universitarios, odio para mí incomprensible, ya que a mi juicio constituyen un magnífico grupo, que han estado tratando de construir una atmósfera universitaria similar a la de las universidades norteamericanas. Esta conducta del gobierno, a mi juicio, va a retrasar seriamente el desarrollo del país, por muchas razones, entre las que se encuentra el hecho de que muchos de los mejores profesores se van a ir del país.

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