Se lo culpó de alienar a las masas, pero el nivel educativo del pueblo de Cuba es el mayor de América Latina; de crear un sistema injusto, asistencialista, aunque la cobertura en salud está al alcance de los habitantes de la isla, sea segundo mejor del continente y sus usuarios no se vean en la obligación de escoger en cual medicina prepaga les dejan el cadáver mejor presentable; de generar hambre o miseria, cuando las nuevas generaciones tienen la posibilidad de acceder al deporte como no lo hacen en numerosos países donde la juventud está expuesta a las drogas, el abandono, la delincuencia o a vender la mente, el alma, el cuerpo, hasta los escrúpulos, para poder sobrevivir en países en los cuales aparentemente hay mayores libertades a las existentes en la isla caribeña.
Consideración final
Como buen cinéfilo, me quedo con esa versión de la vida de Cristóbal Colón, interpretada por el gran Gerard Depardieu, donde uno de los enconados adversarios del descubridor reconoce hacia el final de la cinta que la diferencia entre los hacedores de caminos, los cristalizadores de los sueños y la gente del común, incluido el mismo, en el caso de los últimos, será al menos aspirar a poder ser recordada por haber coincidido a la vera de los geniales precursores de cambios.
Esa sensación es la que conservaré hasta el final de mis días sobre la figura de Fidel Castro Ruz, un luchador por la libertad bien entendida a partir de la conservación a cualquier precio de los derechos inalienables, de los valores esenciales de bienestar y equidad cualitativos para su pueblo.
La sucesión de los acontecimientos lo dice todo. Fue el máximo responsable de impedir el avasallamiento de su país teniendo como enemigo a una de las principales potencias hegemónicas, “soplándole la nuca” a base de fuerzas e influencias militares, políticas, económicas.
Frente a los hechos, Castro supo tener la muñeca suficiente para re direccionar el rumbo a seguir, con la fuerza para rectificar errores, preservando las conquistas, el estilo de vida socialista del pueblo cubano, de manera independiente a la dirección de los vientos de la historia.
A la siniestra del líder, quedaron los incapaces crónicos, los pigmeos políticos de derecha e izquierda, riñendo en torno a una mesa de café sin ser capaces de hacer absolutamente nada pero criticando la suma de lo logrado con esfuerzos descomunales; los defensores de una clase de libertad amurallada en castillos de individualismo egoísta, de miseria ajena que no reconoce un fin distinto al de morirse de hambre en el pleno goce de los derechos habidos o por haber.
Fidel Castro Ruz lo hizo. A la manera cubana, de acuerdo al momento en el cual le toco, vivir, las circunstancias. Pero lo logró. Sus otrora gobernados gozan de salud, trabajo, educación gratuita, tiempo libre para realizarse. Luego de una vida de trabajo, los ancianos retozan asoleándose en las plazas con un habano imposible de adquirir por el valor en sitios donde la libertad de mercados asegura garantizar fueros o prerrogativas indistintas. No deben preocuparse de conservar la merecida remesa. La reciben y punto. Los niños asisten, llegan de la escuela uniformados, preparándose para encarar el futuro sin temor a la inseguridad, a las ollas de degradación surgiendo desde donde en teoría, nada debería faltar.
Para finalizar, es en dichas circunstancias cuando al comprobarse con sentido común lo sindicado bajo las irreconciliables antinomias de “dictadura” y democracia, las mentes más abiertas coincidirán que a Fidel Castro Ruz, más allá de cualquier error, contradicción u omisión, la historia lo absolvió tal como predijo hace años, a la espera de que sus predecesores si no son capaces de superar el indiscutible talento, puedan ser dignos de conservar al menos una parte de su legado.
CARLOS ALBERTO RICCHETTI
(DNI: 20.573.717)
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