América del Sur vive enrolada en las últimas semanas en un constante revuelo. Las protestas que esta semana se intensifican en Chile y en Bolivia, por dos motivos totalmente diferentes, han tomado el relevo de las que hace semana y media ponían a Ecuador en los titulares de todo el mundo por una subida del precio de la gasolina. La oleada de inestabilidad ha sacudido a un continente acostumbrado a los sobresaltos en los últimos años, a los cambios de tendencia y a los fuertes contrastes. En una frontera se pasa de Maduro a Bolsonaro o de Evo Morales a Sebastián Piñera.
En esta tesitura, Mauricio Macri se presenta a la reelección este domingo. Argentina, la segunda economía de la región, celebra elecciones y el resto del continente mira con curiosidad y apuntes en la libreta lo que ocurra en el país de la plata en un juego de vasos comunicantes donde también se verá afectada de lo que ocurre en el continente. Eso sí, el analista internacional, investigador del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales y profesor de la UADE y la UBA de Buenos Aires, Juan Battaleme, señala que la influencia en el votante argentino de lo que ocurre en el resto de la región será “muy limitada”, pero sí que tendrá consecuencias “en el día después de la elección”.
“Argentina ahora mismo tiene sus propias dudas e incertidumbres basadas en la economía por lo que el contexto internacional influye menos en el votante argentino”, asegura Battaleme quien añade que lo que se está vislumbrando en países como Chile, Ecuador o Bolivia “es quién será y cómo serán los interlocutores con los que tenga que hablar y relacionarse el futuro presidente del país”. Entre los asuntos que están sobre la mesa uno de los más importantes es el tratado UE-Mercosur, que el propio Alberto Fernández, candidato opositor a Macri y favorito en las encuestas, ha dicho que habría que revisar.
Pero más allá del acuerdo comercial entre Europa y América del Sur, las elecciones del domingo en Argentina pueden ser el inicio de un movimiento político que vuelva a cambiar la configuración de la región.
No hay que olvidar que hace cuatro años la victoria de Mauricio Macri le convirtió en el primer gobierno que cambió de signo de la política latinoamericana de las tesis cercanas al llamado Socialismo del Siglo XXI a gobiernos conservadores o neoliberales.
Influencias suramericanas
“No existe una influencia directa al estilo europeo porque cada país tiene su propia agenda, pero sí que sirve para que se genere un relato en torno a unas ideas”, explica Martin Pizzi, analista internacional de la plataforma Equilibrium Global, quien añade que “a Argentina se le mira mucho en América del Sur y eso le permite ejercer un soft power, una especie de influencia cultural”. Esta influencia cultural se da, según indica, a partir de redes sociales y de la propia inmigración que vive en Buenos Aires, una ciudad que cuenta con comunidades importantes de prácticamente todos los países latinoamericanos.
Tras la victoria de Macri lo que antes eran triunfos arrolladores de la izquierda, ahora eran tintes neoliberales así que comenzaron los cambios: en 2016, las urnas en Perú daban la presidencia que hasta entonces había estado en manos de Ollanta Humala, apoyado por Chávez aunque con una visión mucho más cercana al librecambismo y la socialdemocracia que la del entonces líder venezolano, al economista, empresario y banquero Pedro Pablo Kuczynski de corte centroderecha liberal. Posteriormente, renunció en 2018 tras un escándalo de corrupción por los llamados ‘keikovideos’ cediendo la presidencia al actual mandatario Martín Vizcarra.
El giro a la derecha iniciado por *Argentina continuó por el país vecino: *Brasil.
Temer, pese a ser vicepresidente con Rousseff, no era del Partido de los Trabajadores y su orientación política estaba mucho más ligada al centro que a la izquierda. Casi dos años después, el ultraderechista Bolsonaro ganaba las elecciones y completaba un volantazo en el destino de la política brasileña que se completaba con la entrada en prisión del que fuera durante dos mandatos presidente de Brasil, Lula Da Silva.
Un año antes de la llegada de Bolsonaro, en 2017, Lenin Moreno asumía la jefatura de Estado de *Ecuador. En un principio no parecía haber un gran cambio respecto a su sucesor, Rafael Correa, ya que fue el propio expresidente -uno de los integrantes de la llamada ola rosa de los primeros años de los 2000 que se alineó con Chávez, los Kirchner, Lula y Evo- había apoyado su candidatura durante la campaña electoral. Sin embargo, a los pocos meses, sus caminos se separaron. Moreno presentó una orden de detención contra Correa por corrupción y desde Bruselas, el expresidente se dedicó a criticar y lanzar todo tipo de acusaciones contra el actual mandatario. Tanto es así que en las últimas revueltas, Correa ha llamado a la movilización contra el que consideró su sucesor y que tomó su propio camino.
Los últimos cambios podrían darse en *Bolivia y en *Uruguay, que vota este domingo. En el país andino, el recuento continúa con polémica a falta de saber si hubo fraude electoral, de si hay segunda vuelta o de si Evo Morales continúa cinco años más. Los resultados del domingo daban una victoria insuficiente al actual mandatario que se vería obligado a medirse en el balotaje contra Carlos Mesa quien contaría con el apoyo del resto de candidatos opositores.Evo Morales gano finalmente dichas elecciones tras la reanudación el lunes del escrutinio
¿Un cambio?
Pero no sólo a nivel de voto, por ejemplo, Pizzi expresa que la agenda feminista de Argentina ha sido pionera y se ha contagiado hacia el resto de países con los pañuelos verdes como principal símbolo. Asimismo, destaca que la mejor influencia que puede dar en estos momentos Argentina es “el refuerzo de las instituciones y de la democracia, demostrar que hay que confiar en la decisión popular en los procesos electorales, abandonar las formas electoralistas de tratar al Estado y que los cambios y la alternancia no son malas ni catastróficas”.
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