En días tan aciagos como los que se viven, son muchos los que persisten en frenar la barbarie y la injusticia, pero esta vez no solo desde las conductas irracionales que durante siglos se han impuesto en nombre de un desarrollo equivocado y selectivo, sino también ante las respuestas “defensivas” de la propia naturaleza al sufrir los embates de los que la consideran mercancía y propiedad del mejor postor.
Para satisfacción de la mayoría, son muchos los hombres y mujeres de buena voluntad que trabajan, crean y luchan como guerreros casi inmortales, dispuestos a darlo todo por seguir viviendo en este mundo, aun con sus defectos y virtudes, aunque unos pocos piensen que les pertenece. Desde siempre, la humanidad ha contado con esa especie digna y solidaria que ha brindado y brinda un aliento vital sin distinción de sexo, raza y, lo más importante, sin distinguir entre poderosos y pobres, porque está demostrado que para esos fenómenos “imprevistos” no existe esa diferencia y se presenta en cualquier lugar para recordarnos, aunque algunos no lo tengan en cuenta, del valor de la solidaridad y el verdadero sentido humanista que debe pervivir entre nosotros.
Esas reflexiones en las que nos enfrascamos la mayoría, nos llevan siempre a comprender la dimensión de “nuestros héroes” en cualquier parte del mundo,los que nos acompañan en lecciones de vida y esperanza y nos hacen aquilatar el valor de sus acciones y enseñanzas. No somos pocos los que en estos días, en que nos hemos comunicado por el teléfono o vía electrónica,hablamos siempre de Fidel, de su presencia constante y de su ejemplo permanente en lucha por vencer dificultades para enaltecer la Patria, siempre como un alumno innegable de nuestro Maestro supremo, José Martí. Es por eso, que aunque no esté físicamente seguirá siendo el Maestro de todos y el artífice de una obra que se torna ilimitada.
Por supuesto, en el presente están inscritos, por su tesón y entrega, Raúl y los líderes históricos de la Revolución que abrieron el camino y todavía se prestan a dar batallas junto con la dirección continuadora, expresión de las generaciones nacidas y desarrolladas en medio de combates épicas como los que se viven, donde se crecen y nos renace un sano orgullo por saber que el fruto germinado fue cultivado con el valor y ejemplo de todo un pueblo.
Repasar esas lecciones de dignidad y entrega nos hace revisarnos y reafirmar nuestros principios en la obra de todos. Para privilegio nuestro contamos con una figura que llega a nosotros, desde los ya lejanos años 50, por su vocación humanista y que sobresale por su valor, ejemplo y entrega solidaria por la emancipación de la humanidad: Ernesto Che Guevara. Este argentino-cubano se fundió con Fidel en esa complicidad que los unió para soñar por una Cuba libre y soberana en México,pero también por una América de todos y por un mundo justo y hermanado.
Nos es casual que, en las imágenes que nos llegan de los medios de comunicación con motivo de la pandemia, estén presentes estos dos hombres de manera espontánea, sin decretos ni imposiciones, porque a nadie escapa la entrega y la inteligencia de ambos al fundirse en el empeño mayor de contribuir a un mundo mejor de y para todos. Cuánto representa la imagen simbólica del Che y cuánto nos dice de la entrega inmensa de su lucha, incomprendida por algunos, pero devuelta en una dimensión superior cuando finalmente se logra entender que no es la muerte el punto último, sino el valor simbólico de la entrega que crece proporcionalmente con la coherencia de su obra y actuar.
Por esas y más razones, ha devenido un deber traer al Che a nuestros días, sobre todo al joven que conociera en México a Fidel y sus sueños compartidos, para que nuestros jóvenes comprendan el valor de su compromiso y el cimiento de sus pilares construido con un humanismo sin fronteras y radicales posiciones políticas, definidas en sus tesis esencialmente latinoamericanas y antimperialistas. El rememorar lo que expresara a su compatriota Ricardo Masetti en plena Sierra Maestra durante la lucha armada, explica esa unión: “…Fidel me impresionó como un hombre extraordinario. Las cosas más imposibles eran las que encarabay resolvía. Tenía una fe excepcional […]. Compartí su optimismo. Había que hacer […], porque lo que decía lo hacía, lanzó su famoso: «En el 56 seremos libres o seremos mártires…» Qué tipo este Fidel
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