En la retórica democrática es conveniente acatar la opinión de la mayoría, acompañar los procesos a partir de la aceptación de le disensión, mientras la misma no implique claudicar la Patria a nombre de las prebendas de una minoría, que bajo el manto de lo ideológico ostente intereses perjudiciales para el país y su pueblo.
En su estado verdadero, esta se da cuando el gobierno elegido por el pueblo promueve el bienestar general y asegura los beneficios de la libertad, como bien establece el Preámbulo de la Constitución Nacional.
Pero cuando eso no sucede así, no hay democracia tampoco, al vulnerarse el principio básico de un contrato social entre el Estado, como garante de los derechos adquiridos y la ciudadanía, asumiendo a la vez sus respectivas obligaciones.
Si esas condiciones mínimas no se cumplen, la continuación de los reclamos por la vía de la acción directa, de la confrontación, será inminente e inevitable entre los ciudadanos incluidos y quienes prefieren sostener su beneficio propio, sin reparar en la necesidad ajena, ni en el equilibrio de lo colectivo con lo individual.
El abuso, la represión, la respuesta represiva del régimen macrista frente a los justos reclamos, viene a instalar una violencia innecesaria, provocada desde un poder despótico, omnímodo, con matices dictatoriales, el cual ahoga cualquier instancia republicana donde apelar.
El presidente y su parafernalia tecnócrata neoliberal se atreve a tocar un solo derecho, subsidio o conquista, la traición de los dirigentes de ningún modo deben justificar la inacción así sea espontánea del pueblo soberano.
Se está mercando la Argentina por la desfachatada entrega de los líderes sindicales, de reconocidos traidores de la clase política, hecho concedido por la asombrosa abulia de quienes se reconocen como leales, pero con su silencio cómplice permiten destruir avances obtenidos durante doce años e hipotecar el porvenir, gracias a los empréstitos concedidos a Macri y sus secuaces por sus cómplices del exterior.
Hoy, la larga noche iniciada por Uriburu, consumada por Aramburu – Rojas, precedida con Onganía, bajo la profundización de la dictadura militar, perfeccionada a su vez en democracia a manos de Menem – Cavallo - De la Rúa, encontró en la descreída, falaz, corrupta y malviviente asociación ilícita recreada desde la administración de gobierno su más ferviente exposición.
En caso que la Nación Argentina no pueda pertenecerle al Pueblo, su indiscutible legatario sobre el cual descansan los sacrificios y méritos de sus legítimas conquistas, si el mandato de los traidores puede más que la verdad, rebasando aún el derecho de todos los argentinos, mejor sería no le pertenezca a de nadie antes de verla pasar como un bien enteramente ajeno.
Carlos Alberto Ricchetti
DNI: 20.573.717
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