A pesar del “complejo de piojo resucitado”, que se viralizó en una sociedad sintiéndose autosuficiente tras doce años donde de una economía de crisis crónica, fue posible pasar a otra de abundancia y consumo masivo, la reacción lógica no se hizo esperar, aunque sigan proliferando los esfuerzos de quienes antes vivían quejándose a propósito, mientras ahora callan con el estómago vacío de verdad.
Salvo impulsado desde el oficialismo se implemente el voto electrónico, mediante el cual el Gobierno sueña cometer un monumental fraude haciendo empalidecer los de la época de “La Década Infame”, este circunstancial conglomerado cívico de nostálgicos de la dictadura militar debería perder las elecciones.
Quizás la posibilidad de no asestarle a los bandidos e inútiles a cargo del gobierno una derrota estrepitosa en las próximas elecciones legislativas, dependa del grado de la sevicia, egoísmo, maldad y la falta de conciencia.
Sería el modo de comprobar si el grave daño perpetrado, es o no superior a la maldad, a la necesidad de recuperar el país, el bienestar usurpado incluso a muchos de esos argentinos desagradecidos, que “puteando a la yegua”, se daban el lujo de comer carne siete días a la semana, prender la calefacción, el ventilador, de vivir sin la incertidumbre que la macabra derecha pretende imponer.
Una vez, el General Juan Domingo Perón dijo que el pueblo argentino podía perdonar todo, menos pasar hambre. ¿Será en esta época mayor el amor a Macri, el terror al retorno de Cristina Kirchner, el apego a la mezquindad, a vivir en la ruina, para impedirle al compatriota, a uno mismo, tener al menos donde caerse muerto?
En cualquier caso, la mejor respuesta debería ser una contundente victoria kirchnerista por más del cincuenta por ciento de los votos, despejando las dudas acerca de si los argentinos son más malos de lo que pensaban.
Tanto, como para preferir autodestruirse de odio, antes de ofrecerle la mano a otro compatriota.
Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI (DNI: 20573717)
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