A 200 años de la Batalla de Chacabuco
12 de febrero 2017 - 08:24 Fue la primera victoria trasandina del Ejército de los Andes, y causó la caída del poder español en Chile.
Luis Borelli
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En los primeros días de febrero de 1817 llegó a oídos de Francisco Casimiro Marcó del Pont -gobernador de la Corona Española en la Gobernación de Chile- rumores de que el ejército de las Provincias Unidas estaba apareciendo por distintos pasos de la cordillera de los Andes. Al principio, el jefe español no dio importancia al rumor pero cuando sus espías le confirmaron que efectivamente cada vez había más fuerzas rioplantenses en la cara occidental de la cordillera, resolvió entonces tomar medidas concretas. Dividió sus tropas y las envió hacia los puntos donde se habían divisado enemigos. Era la maniobra que San Martín esperaba con ansias ya que su idea era tratar de dividir las fuerzas realistas.
Y así fue hasta que Marcó se enteró que el grueso de las fuerzas invasoras estaban aparentemente concentrándose en San Felipe. Resolvió entonces, que las suyas, unos 1.500 hombres con 5 piezas de artillería, convergieran en la cuesta de Chacabuco bajo las órdenes del brigadier Rafael Maroto.
A su vez, San Martín dividió su ejército en dos columnas: una, al mando de Miguel Estaninlao Soler (2.000 hombres), que atacaría por el camino real o cuesta nueva; y la otra (1.500), conducida por Bernardo O'Higgins, que marcharía de flanco por la llamada cuesta vieja.
La de Soler, que debía atacar por el oeste, estaba compuesta por los batallones Nº1 de Cazadores y Nº11, las compañías de Granaderos y Cazadores de los Batallones Nº7 y Nº8, el escuadrón Nº4 de Granaderos, el escuadrón escolta del general en jefe (San Martín) y 7 piezas de artillería con 80 artilleros de dotación. En total 2.000 hombres.
La de O'Higgins, la 2.ª División o ala izquierda, debía atacar por el este y estaba conformada por las compañías de fusileros de los batallones 7 y 8, los escuadrones restantes 1.º, 2.º y 3.º de Granaderos a caballo y 2 piezas de artillería que se despeñaron en el último tramo. En total eran 1.500 hombres.
Plan de ataque
El plan de San Martín era que O'Higgins atacara por el este, Soler por el oeste, y él de frente. Pero al producirse la batalla, O'Higgins cometió un error. Unos dicen que fue a consecuencia de no recibir órdenes de San Martín; y otros, que por su carácter impetuoso no supo sincronizar el avance con la columna de Soler. Lo cierto es que -según historiadores-, el accionar de O'Higgins, puso en riesgo en un determinado momento, el resultado final.
El riesgo fue conjurado cuando San Martín, al advertir la maniobra errónea, envió un mensaje a Soler para que apure su marcha. Pero como casi no había tiempo, San Martín tomó el toro por las astas y atacó él en persona, por el frente junto a O'Higgins. Así lo hizo hasta que por fin arribó al lugar una división de Soler, permitiendo esto, el rodeo completo del flanco izquierdo y de la espalda española, destrozando su retaguardia y consolidando así una aplastante victoria del Ejército de los Andes, al mando de José de San Martín. La batalla concluyó en las primeras horas de la tarde del 12 de febrero de 1817. Las pérdidas españolas fueron de 450 muertos, 600 prisioneros, 2 cañones,1.000 fusiles,todo el parque y tres banderas. Los patriotas tuvieron 12 muertos y 129 heridos.
Homenajes a San Martín
Las banderas tomadas en Chacabuco fueron colgadas el 9 de marzo en los balcones de la casa consistorial, formando un trofeo en cuyo centro tenía un retrato de San Martín coronado por laureles. El Congreso dio un voto en su honor, declarando “que todas las corporaciones del Estado habían manifestado su reconocimiento al ilustre vencedor...”.
Llega la noticia a Mendoza y Buenos Aires
El 16 de febrero la noticia de la victoria llegó a Mendoza y el 24 de febrero a Buenos Aires en un pliego enviado por el gobernador de Cuyo, don Toribio de Luzuriaga.
El 26 de febrero, el sargento Manuel Escalada arribó a Buenos Aires con el parte oficial de San Martín y la bandera tomada a los realistas. Al otro día, el director Pueyrredón le envió a San Martín esta comunicación:
“¡Gloria al restaurador de Chile! Sí, mi amigo querido, la fortuna ha favorecido los heroicos esfuerzos de usted y la América nunca olvidará la valiente empresa sobre Chile, venciendo a la naturaleza. Venció y lo abrazo con toda mi alma reconocida por sus servicios. No tengo tiempo para expresar a usted los términos con que se ha explicado el sentimiento de regocijo público por la victoria de Chacabuco, cuya noticia llegó a las 9 de la mañana por pliego de Luzuriaga. Eran las 11 de la noche y aún se oía vivas en toda la ciudad. La fortaleza y 6 buques de nuestra marina hicieron salva triple. Escalada, que conduce los pliegos, no ha llegado y me tiene su demora impaciente porque quiero imponerme de algunos pormenores de la acción. Lo que sé es que usted con dos escuadrones de granaderos tuvo que meterse entre el enemigo. De esto infiero, o que la cosa estuvo apurada, o que no tuvo usted jefe de caballería de confianza, porque en todo otro caso yo lo acusaría del riesgo en que se puso. Dígame lo que hubo en esto; mientras yo quedo en el más grave cuidado con la noticia de que en resultas de la fatiga que tomó en la acción quedo muy afligido de su pecho. Por Dios, cuídese; su vida y su salud interesan extraordinariamente al país y a sus amigos”.
La mano blanca de Marcó y la mano negra de San Martín
En un momento de la organización de la campaña de los Andes, San Martín encomendó a su armero José Antonio Álvarez Condarco, una misión de espionaje. Debía entrevistarse con Marcó del Pont, y aprovechar la oportunidad para reconocer y memorizar en el viaje todos los accidentes del terreno. Luego de entrevistarse con Marcó del Pont, éste lo expulsó del país anotando en el pasaporte del armero una expresión que se refería a la traición de San Martín a España: “Yo firmo con mano blanca y no como la de su general que es negra”, le dijo.
Luego de Chacabuco y de la caída del gobierno español en Santiago, Marcó del Pont huyó a Valparaíso convencido de que en esa bahía se encontraría con el buque San Miguel. Pero al no encontrarlo, tomó hacia el norte, hasta que el 17 de febrero arribó a El Totoral. Días después, fue tomado prisionero con todos los que le acompañaban: el coronel Fernando Cacho, el coronel Ramón González y el fiscal Prudencio Lazcano. Todos entregaron sus espadas salvo Marcó que pidió hacerlo a un jefe de su condición. Por eso, el 22 de febrero, Marcó fue llevado ante San Martín en Santiago para que entregara su espada. “El vencedor -dice Mitre- le recibió de pie, extendió su mano y le dijo risueño: “¡Oh, señor general! ¡Venga esa mano blanca!”. Luego, hablaron dos horas en privado hasta que se despidieron muy cortésmente. El 16 de abril, Marcó fue enviado prisionero a Mendoza.
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