Los días transcurren inexorables desde la asunción del ingeniero y empresario fraudulento, Mauricio Macri, hijo de un corrupto que le enseñó cómo amasar fortunas a expensas del Estado, el cual a su vez se las sustrajo al pueblo argentino y de una justificadora funcional, cuyo mérito mayor fue saber poner en contexto al hoy presidente para no ver en cada ciudadano más allá de un potencial hacedor de fortunas mal habidas.
Sin pretender entrar en connotaciones de índole personal, éste verdadero concesionario perverso que vive de la rentabilidad del bajo costo de la mano de obra, no podía tener otro destino mejor al de casarse con Juliana Awada, algo así como la reedición de las señoritas de la oligarquía a cuyo nombre se acumulan los despojos de una reedición de las antiguas faenas del campo a precio esclavo, para no dejar dudas sobre el destino que le aguarda el país en manos de estos malvados personajes, propios de las novelas de Alejandro Dumas.
Pero si de algo no debe quedar duda, es que el país entero sabía quién era. Ese pueblo, el cual según Perón “difícilmente se equivoca”, no se dejó engañar. Su cultura egoísta, aprovechada, egocéntrica, privativa del derecho del conjunto a nombre de la individualidad, distó de ser erradicada a pesar de doce años de ininterrumpida labor.
En el fondo, el argentino medio quería volver a la época donde llenaba el changuito con veinte pesos de mercaderías baratas, aunque sean importadas y se hayan fabricado a costos irrisorios u obtenidos a expensas de una desocupación preocupándole menos que las maniobras inflacionarias de los corruptos hoy en el poder. No importaba que esta sea una consecuencia del desarrollo del país, con la obligación de controlarla a través de precios cuidados. Debían hacer su propósito.
Por esa razón tampoco le interesó dejar de “mantener vagos” sin saber que era “otro más”, para volver a engordar a históricos parásitos desangradores de la República, a cuyo modelo de desarrollo inequitativo suele llamar “iniciativa empresarial”, mientras desde la cuna las falsas conciencias le inculcan a renegar de sí mismos, acusando de “asistencialistas” a las políticas permitiendo el desarrollo de los suyos.
Para nadie era un secreto el negocio de los Macri con la Junta Militar, beneficiados por la estatización de sus deudas en 1982, con Roberto Aleman en el Ministerio de Economía del General Leopoldo Fortunato Galtieri y Domingo Felipe Cavallo desde la presidencia del Banco Central de la República Argentina, continuador años después de los modelos económicos de Krieger Vasena o Martínez de Hoz, en la actualidad reeditados por Alfonso Prat Gay y después Nicolás Dujovne.
En definitiva, lo sabía el “medio pelo social”, poniendo de moda los “insultos a la yegua”, gracias a la cual se pudieron ir de vacaciones, gozando de una elevación
de su estándar de vida como nunca en los últimos cincuenta años. Además, vieron varias veces películas como “La República Perdida” parte uno o dos, “Memorias del Saqueo”, de Pino Solanas, “Un peso, un dólar”. Hasta “Plata Dulce”, de Héctor Olivera. Tampoco olvidaron la lección. Sencillamente, no les interesó y ahora están pagando por haberse vuelto a traicionar.
Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI (DNI No. 20.573.717)
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