Doce años de gobiernos con talante nacional y popular, significaron una verdadera catástrofe para los sectores políticos o socio económicos afines a intereses antinacionales, que hicieron “su agosto” a expensas de la dependencia argentina de la segunda mitad del siglo XX.
Frente a la reaparición del viejo y verdadero peronismo “aggiornado” al tiempo presente, con sus banderas de soberanía política, independencia económica y justicia social, desdibujadas por el menemato (1989 -1999), encontró al nuevo gobierno neoliberal de cara a un país distinto.
El resurgimiento de una conciencia social en la clase trabajadora, el reconocimiento de derechos antes postergados, la reactivación del aparato productivo, así como de una economía basada en el consumo interno con proyección hacia el autoabastecimiento, a fin de generar mayor productividad, lo encontró en el mismo dilema de sus antecesores.
Los gobiernos kirchneristas, atentos a las necesidades, los inconvenientes y las reivindicaciones sociales, como parte de una clara política de orientación nacional - popular, generaron anticuerpos de concientización desde el poder, pero utilizando como herramienta el apoyo oficial a organizaciones de derechos humanos, como Madres o Abuelas de Plaza de Mayo, entre otras de carácter político como La Cámpora, Unidos y Organizados y el Movimiento Evita, por citar algunas.
Ante semejante panorama, frente a un país distinto al que desgobernaron hasta caer en la crisis de 2001, además de verse obligados a aceptar ese hecho, supieron de inmediato que si bien las operaciones mediáticas, la instalación de la mentira, les habían servido para llegar al poder por muy poco margen de votos, para implementar el ajuste, el recorte a los derechos fundamentales, debían tomarse el trabajo de desmontar todo lo logrado, cueste lo que cueste y caiga quien caiga.
Desde luego no inventaron nada. La Revolución Libertadora (1955) se encontró en el mismo dilema; la Revolución Argentina (1966) y diez años después el nefasto Proceso de Reorganización Nacional, debieron sepultar en fábricas, universidades, cualquier conato de resistencia para enriquecer a la misma clase política que hoy gobierna con Mauricio Macri, como primero antes fue cómplice civil de la dictadura militar y después del vaciamiento durante los gobiernos de Carlos Menem, en plena democracia.
De allí que en esa prepotencia de omitir el furioso endeudamiento del Gobierno, de justificar hasta los más insignificantes secuelas de su fraudulenta administración, la cual día a día se lleva más dinero de los argentinos a las cuentas del presidente y sus amigos a paraísos fiscales, se renueva el sometimiento de la población lanzándole al ejército, la gendarmería o a la policía, cuyos excesos inundan las redes sociales. En tanto, al cabo van llevándose detenidos niños inocentes, a sacrificados vendedores ambulantes y chicas por hacer topless, la impunidad de los verdaderos delincuentes, sigue quedando relegada a un segundo plano.
CARLOS ALBERTO RICCHETTI (DNI No. 20.573.717)
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