El desgobierno Cambiemos – Pro es un siniestro apéndice financiado por sectores ultra conservadores, asociados al delito o provenientes de la reacción, en asocio a multinacionales o gobiernos extranjeros opuestos al desarrollo económico autónomo de la Argentina, contrario a sus intereses.
Está compuesto por empresarios, banqueros, terratenientes e industriales; una parte de la Iglesia Católica, de las fuerzas de seguridad, de los medios masivos de comunicación, de la farándula ligada al poder, el cual cuenta a favor con la ignorancia o el beneplácito de las clases medias y bajas.
Dejando de lado las argucias, mentiras o promesas demagógicas de campaña, seduciendo al egoísmo de sus partidarios, cumple el histórico rol de continuar las políticas de la Revolución Libertadora de 1955, la Revolución Argentina de 1966, de la dictadura militar de 1976 y en “democracia”, del triunvirato Menem – Cavallo – De la Rúa, con los resultados conocidos.
Del mismo modo a sus antecesores, el fraude macrista en complicidad con el massismo traidor, pretenden retraer el país a los terribles tiempos de la desocupación crónica, de la flexibilización laboral, de la exclusión, donde la clase dirigente vivía de espaldas a la situación nacional que desembocó en la crisis de 2001.
Además de ajustar por ley, necesita recortar derechos inalienables, volver a favorecer la concentración de capitales antes direccionados a la incorporación de vastos sectores poblacionales, a nombre de una “pesada herencia” inexistente y el falso legado de una crisis, apenas devenida tras la llegada de Mauricio Macri al poder, a consecuencia del asalto a un tesoro nacional robustecido por políticas económicas sobresalientes.
Prueba de ello es el endeudamiento deliberado de la actual administración, cuyas demandas crediticias no habrían sido tenidas en cuenta por los organismos internacionales de existir tal grado de deterioro. Menos, para conceder un crédito que demorará cien años en ser saldados.
Represión como salida
Como los sucesivos llamados al “sinceramiento” no tuvieron el efecto esperado, ni los argentinos quisieron “ser felices aceptando de buena gana la incertidumbre” o resignar “ciertas cosas” como carne, trabajo, calefacción, ventiladores encendidos, vehículos o telefonía celular que “no podían tener”, cuando sólo dos años atrás vivían mejor con eso y mucho más, el gobierno decidió apelar a soluciones de mayor conformidad con su naturaleza.
En un escenario donde el alza del costo de vida va de la mano con el de la polarización pregonada desde el oficialismo, donde las organizaciones sociales
emergen haciendo concientizando acerca de la política y los derechos, cumplir con la “misión encomendada” de volver a fojas cero los avances alcanzados implican perseguir, señalar, encarcelar, estigmatizar, reprimir y desde luego, desaparecer o ultimar personas.
Nada mejor para lograrlo que tener personas a cargo del Ministerio de Seguridad como Patricia Bullrich, vieja conocida en tareas de infiltración de los Servicios de Inteligencia en organizaciones como “Montoneros” y represión de trabajadores, sin contar la de Pablo Noceti, hombre relacionado con reconocidos elementos de la dictadura, abogado defensor de torturadores, quien oso cuestionar hasta los juicios contra asesinos de lesa humanidad, defendiendo la prescripción de sus delitos.
La desaparición de Santiago Maldonado no es casualidad. Es parte del accionar de un gobierno impuesto desde medios de comunicación capaces de fabular la existencia de falsos testigos, afirmando haber visto al joven en distintos lugares, como herramienta de un desgobierno que comienza paulatinamente a amenazar testigos de su captura por parte de Gendarmería.
Cambiemos – Pro es la máxima expresión del retroceso, con su secuela de hambre, miseria, represión, tortura, manipulación y ahora, responsable de prácticas oscuras que se pensaban erradicadas como la desaparición de personas.
Por esa razón, más allá del sentido individualista sobre si conviene a cada uno la continuidad del ruinoso régimen macrista, de pagar ganancias o no, de pasar de “alimentar vagos a empresarios y políticos corruptos”, más bien convendría preguntarse: “¿Sabe lo que está haciendo su gobierno en este momento?”
Mañana, el desaparecido podría ser un familiar suyo; el mismísimo lector de esta crónica lastimosa y preocupante.
Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI (DNI: 20573717)
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