“Con frecuencia creen los hombres, cuando escuchan sólo varias palabras, que se trata de hondos pensamientos” (Goethe, Fausto. IBD. Schopenhauer).-
Sinopsis:
Arthur Schopenhauer fijó su mirada en el espectaculo cotidiano de la discusión humana, traducido en la búsqueda obstinada por tener razón. Schopenhauer comienza su tratado enunciando: “Los ardides que se emplean por tener razón son innumerables y variados, en muchos casos tan regularmente repetitivos que se conviertiron para mí en tema personal de reflexión que se orientó en su aspecto formal al ver que, por muy distintos que fueran los temas de discusión o las personas, las mismas manipulaciones, los mismos ardides se repetían y podían claramente identificarse”. A partir de esta inquietud surge pues el tratado “El Arte de tener Razón”, que el autor expone en 38 estratagemas que operativizan la dialéctica erística, entendida como el arte de disputar, y hacerlo de modo que uno tenga razón, y ello per fas et nefas (con medios lícitos e ilíctos).
Crítica Aquileana:
Partiendo de la premisa de que “la verdad objetiva de una proposición y la validez de la misma en la aprobación de los contendientes y oyentes son dos cosas distintas”, cuestión “derivada de la perversidad natural del género humano”, Schopenhauer enuncia los fundamentos principales de toda dialéctica; a saber:
A) Los modos: Ad Rem: la tesis no es conforme a la naturaleza de las cosas; Ad Hominen: La tesis no concuerda con otras afirmaciones del mismo adversario que la enuncia, con la verdad subjetiva, relativa.
B) Los métodos: Refutación directa. Refutación indirecta o apagoge , es decir la combinación de la tesis del adversario con otra proposición cualquiera aceptada como verdadera, silogismo del cual surge la evidente falsedad de la conclusión. La epagoge inductio, que requiere una gran cantidad de casos para poder hacer valer un principio universal (a diferencia de la apagoge en la cual basta con un contraejemplo) y la instancia de exemplum in contrarium, refutación de la tesis general del adversario mediante la indicación directa de los casos particulares comprendidos en su enunciación a los cuales no es aplicable.
Tras ello, Schopenhauer enuncia las estrategias para lograr imponerse en una discusión.
Algunos ejemplos son la ampliación de la tesis del adversario, el empleo de la homonimia para hacer extensiva la tesis presentada a lo que no tiene nada en común con la cosa de la que se trata, la relativización de lo que el otro enuncia, la demostración de la propia tesis haciendo uso de falsas premisas, la interrupción o mutatio contraversiae, la aceptación las razones, pero negando sus consecuencias prácticas (a ratione ad rationatum valet consequentia).
Y dos de mis favoritas. Por su elocuencia verborrágica: desconcertar, por vía del aturdimiento al adversario con un raudal de palabras sin sentido. Por su desfachatez: Provocar la irritación del adversario, pues obcecado por su cólera, no estará en condiciones apropiadas de juzgar rectamente ni de aprovechar ventajas.
Opinión: El libro de Schopenhauer es erísticamente impecable y sumamente útil como catálogo metodológico para ganar una discusión fácilmente, con clara destreza oratoria.-
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Algunas Estratagemas implacables de “El Arte de tener Razón”:
13. Para lograr que el adversario admita una tesis debemos presentarle su opuesta y darle a elegir una de las dos, pero teniendo la desfachatez de proclamar el contraste de forma estridente, de modo que, para no ser paradójico, tenga que decidirse por nuestra tesis que parecerá muy probable en comparación con la otra. Por ejemplo: el adversario debe admitir que uno tiene que hacer todo lo que su padre le dice; así es que le preguntamos: “¿se debe obedecer a los padres en todas las cosas, o desobedecerles?”
16. Argumenta ad hominem o ex concessis. Con respecto a una afirmación del adversario, tenemos que buscar si de alguna manera no estará en contradicción -en caso necesario, por lo menos en apariencia- con alguna otra cosa que él haya dicho o admitido previamente, o con los principios de una escuela o secta que él haya alabado o aprobado; también con hechos de quienes pertenecen a tal secta, o con los de miembros falsos o supuestos, o con su propia conducta. Si, por ejemplo, él defiende el suicidio, se le espeta: ” ¿Por qué no te ahorcas tú ?”. O si afirma que la permanencia en Berlin no le es grata, se le increpa inesperadamente: “¿Por que no te marchas de aquí en el primer correo?”. De una forma u otra podrá encontrarse algún tipo de incomodo.
21. Si observamos que el adversario utiliza un argumento meramente aparente o sofístico podemos anularlo sencillamente atacando su capciosidad y apariencia, pero es mucho mejor presentarle otro argumento si cabe, de análoga apariencia y sofistería para liquidarlo, pues lo que importa no es la verdad, sino la victoria. si él utiliza un argumentum ad hominem, bastará para invalidarlo con que le respondamos con otro contraargumento ad hominem (ex concessis).
24. Uso abusivo de la deducción. De las tesis del adversario se infieren a la fuerza, mediante deducciones falsas y deformando los conceptos, tesis que no están allí contenidas y que de ningún modo corresponden a la opinión manifestada por él, sino que, en cambio, son absurdas o peligrosas. De esta forma parecerá que de su tesis se siguen proposiciones que se contradicen a si mismas o que contradicen verdades reconocidas; esto valdrá como una refutación indirecta, apagoge.
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Fuente: Schopenhauer, Arthur. El arte de tener Razón (expuesto en 38 estratagemas). Madrid. EDAF. 2000.-
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