Con el regreso a la llamada democracia un trabajador gráfico de formación socialista, Antonio Paulino Mucci, que había nacido en Avellaneda en enero de 1932, ocupó el cargo de ministro de Trabajo. Y fue el encargado de querer modificar el sistema sindical creado por el peronismo.
La llamada Ley Mucci fue rechazada en el Senado donde el justicialismo aplicó su mayoría y el ministro tuvo que renunciar.
Fue el responsable del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social desde el 10 de diciembre de 1983 al 24 de mayo de 1984.
El golpe del 55, financiado desde Londres, hizo que dirigentes sindicales del mismo partido que el ministro, como Pérez Leiros, asaltara el Sindicato Municipal, pistola en mano.
El intento de Alfonsín no era nuevo.
En la llamada Revolución Argentina Rubens San Sebastián, ministro de Trabajo de Onganía, le entregó al sindicalismo algo que Perón nunca le había dado: el manejo de las obras sociales y el dinero que no solo terminarían fortificando al gremialismo, sino que en momentos de profunda crisis de la salud, terminaron reemplazando al propio Estado.
El proyecto de destruir el modelo peronista tuvo etapas desde la misma intervención de Patron Laplacette, (un represor de la Marina de Rojas que secuestró el cadáver de Evita), lo que llevó al encarcelamiento de la dirigencia sindical, apareciendo los de segunda y tercera línea para enfrentar los tiempos más duros.
Alfonsín se creyó seguro y en su pacto social demócrata, creyó que podía. El final fue trece paros con Saúl Ubaldini, y Alfonsín yéndose seis meses antes.
Antes, cuando había que luchar de otra forma, el sindicalismo fue protagonista del Cordobazo, del Rosariazo, el Mendozazo, etc. Y todavía buscamos a Felipe Vallese, desaparecido de la juventud peronista y del sindicalismo.
En el 90, disfrazado de retiro voluntario, se aplicó la flexibilización y se fracturó la CGT.
En el gobierno anterior la CGT se dividió en tres, y dos CTA. Es la peor anarquización del Movimiento Obrero.
Macri vio proclive el tiempo y el momento para anunciar que habría que cambiar los convenios del siglo XX porque estamos en el XXI y otra vez pretenden ir por el modelo sindical peronista, de un gremio por rama, diversificándolo en un sindicato por fábrica, con apoyos de una izquierda poco representativa, que responde a internacionales, y de una derecha entusiasmada con la mano de obra esclava.
El ex ministro Tomada le preparó el camino reconociendo más de un gremio por actividad y quitándole representatividad a sectores históricos que en la división de poderes enfrentaban las políticas de Kicilloff.
Pero ahora apareció la sorpresa: la CGT y los movimientos sociales con el apoyo de la Iglesia en un nuevo tiempo de integración, descolocaron a la izquierda internacionalista que se aisló de participar y a la prensa canalla que defiende el mundo de las importaciones y la mano de obra barata.
Quieren un sindicato por fábrica para arreglar únicamente con el patrón.
La excusa es que producir en Argentina es caro por el costo laboral, cuando en realidad es caro por la voracidad impositiva del Estado, de gobiernos ineficientes, cuando no ladrones.
Macri candidato decía que las primeras medidas eran sobre el impuesto a las ganancias. En la tregua que le pidió al sindicalismo habían quedado en consensuar el tema, cosa que no hicieron. Presentaron un solo proyecto de apuro que sube el tope impositivo solo un 17%, que es la inflación que calculan para el próximo año.
Y como les dolió la marcha del 18, metiéndose en la Ley de Asociaciones Profesionales, el presidente dijo que había que aggiornar los convenios colectivos de trabajo, porque eran del siglo XX.
Quizás se quiere olvidar de ese siglo por cuando a su padre y a él los procesaron por contrabando de autos. O cuando se involucraron en el escándalo de las cloacas de Morón.
Hace bien. Hablemos del siglo XXI.
En un año de gobierno en el siglo XXI el presidente Macri endeudó a la Argentina en 60.000 millones de dólares más, aumentó la pobreza un 3%, se perdieron 130.000 puestos de trabajo en blanco, por cada trabajador declarado, hay 4 en negro que están inactivos.
Sigamos con el siglo XXI.
Apostó a los demócratas y ganaron los republicanos. Habló de inversiones y del segundo semestre, que se siguen esperando.
El modelo sindical argentino, antes del golpe de 1976, distribuía el 50% de la ganancia de los empresarios.
Mientras que en el techo de la Casa Rosada ya no aterrizan ni salen helicópteros y Macri mandó a construir una huerta, y su ministra de Acción Social Carolina Stanley se desvive atendiendo a los movimientos sociales, el presidente acusó la marcha y habló de flexibilización laboral.
No confundamos gordura con hinchazón. Los buenos o malos dirigentes los ponen o los sacan los afiliados, así como los buenos o malos presidentes los ponemos los argentinos.
No confundamos los roles. Los trabajadores están lejos de querer sacar un presidente, siempre y cuando él no intente quitarles las conquistas que en la Argentina costaron un 17 de octubre.
De Mucci a Macri, la flexibilización es una M.
No lo intenten. Se pueden equivocar.
MIGUEL ANGEL DE RENZIS
No hay comentarios:
Publicar un comentario