De Juan Gabriel LabakéLos hechos se sucedieron con una rapidez inusitada.
La CGT, unida por primera vez en todas sus variantes, y los movimientos sociales decidieron producir un hecho que tocara en lo más profundo al gobierno nacional, y lo convenciera de que la situación social se ha tornado grave.
En realidad, el calentamiento del ánimo social lo han producido directa y expresamente el gobierno, los empresarios que lo presionan y los medios que lo llevaron al poder y lo encubren piadosamente. El objetivo de todos ellos es forzar un ajuste lo más salvaje posible inmediatamente después del 22 de octubre. La ambición, que siempre rompe el bolsillo, y los resultados de las PASO que fueron buenos para el gobierno, aunque no tanto como simulan creer, les hizo cometer el error de apreciación de considerar que el campo estaba despejado y las resistencias sociales muy disminuidas. Por eso creyeron llegado el momento de apurar el ajuste, haciéndolo aparecer como inevitable, indispensable y muy urgente.
El resto lo hizo el autismo que ya es tradicional en este gobierno: no ven la realidad. Comenzaron por un acto de voluntad sin fundamento en la realidad: creer que, con los tortuosos artilugios propagandísticos de Durán Barba, podían hacer pasar gato por liebre. El encuestólogo ecuatoriano, formado y programado en las escuelas de publicidad de EEUU, ha demostrado ser muy hábil en la creación de lo que hoy se llama la “postverdad”, es decir y para hablar en criollo, una mentira, que por su machacona repetición en los medios adictos, para muchos pasa a ser una verdad.
Pero, por más que se la arrope como un descubrimiento de última generación de la “ciencia” publicitaria, la tal “postverdad” es solo un caso típico del traje invisible del rey: en cuanto el monarca lo usa para aparecer en público, aparece un niño que grita asombrado: “El rey está desnudo”.
En nuestro caso, el papel del niño lo cumplió la movilización social del pasado martes 22 de agosto.
Lo notable de esta repetición de la historia del rey desnudo es que el monarca, al comprobar que sus asesores, ecuatorianos o no, lo habían engañado, en lugar de enfurecerse con ellos, lo hizo con el niño inocente.
La CGT no inventó un pretexto para convocar la movilización. Es más, todo indica que, en muchos casos, la movilización se hizo a pesar de los dirigentes gremiales o, al menos, de algunos de ellos.
De modo que el rey desnudo debió enfurecerse con los ecuatorianos y CEOs que lo engañaron, y no con la CGT que se limitó a cumplir con su deber.
La sospecha es que el rey no fue engañado: se autoengañó. Porque la “postverdad” tiene ese peligro: el autor de la mentira, en una especie de revancha de la naturaleza, termina creyendo que su invento es la realidad, y cae en su propia trampa.
En definitiva, sea por lo que fuere, el pato de la boda terminaron siendo dos funcionarios que nada tenían que ver ni con el rey desnudo ni con los cortesanos, sean estos ecuatorianos o CEOs de uso múltiple. Y ello, porque cuando se toman medidas en forma visceral, producto de la indignación y el despecho por sentirse engañado, suelen pagar los inocentes o los ajenos a la cuestión.
De todos modos, la autoritaria y desorbitada reacción del presidente ante aquella asombrosamente multitudinaria movilización de la CGT está indicando que se vienen tiempos muy duros, aunque el gobierno, como ya es su lamentable costumbre, mienta al decir lo contrario.
El problema es que, tanto el ingeniero Macri, como la señora Vidal y el señor Rodríguez Larreta han centrado su propaganda en el “dialoguemos”, “todos juntos podemos”, “vamos juntos”, y otros “‘clichés” dictados por la engañosa publicidad “duranbarbiana”.
Y como toda mentira, ésta también tenía las patas cortas y, en las primeras de cambio, el dulce “vamos juntos” se transformó en la amarga reacción presidencial que, en la misma noche de la movilización social, le cortó la cabeza a dos funcionarios sospechosos de ser amigos de los sindicalistas.
De todos modos, la construcción de la “postverdad” los ha llevado a seguir con la cantinela del “todos juntos podemos”, mientras la mano presidencial asestaba el garrotazo a sus nuevos enemigos.
El otro matiz notable de esta pantagruélica reacción oficial es que, a pesar del autoritarismo, la arbitrariedad y el desenfreno puestos en evidencia, la prensa adicta siga ocultando la gravedad de esa conducta presidencial.
Y peor aún, trata de justificarla con un argumento típico del cinismo de la “realpolitik”.
En efecto, tal cual lo hizo notar nuestro compañero misionero Carlos Andrés Ortiz, el sociólogo Eduardo Fidanza, en su habitual nota de los sábados en el diario LA NACION, y bajo l sugestivo título de “El voto es apenas una parte del poder” afirma:
Max Weber, tributario del realismo enlazó tres conceptos: poder, dominación y disciplina. Se tiene poder cuando se impone la propia voluntad a otros; se alcanza la dominación cuando se logra la obediencia de los demás; se obtiene la disciplina cuando esa obediencia es rápida, simple y mecánica.
Luego, agrega Fidanza:
La sociedad se desenvuelve en dos niveles: uno es el hombre medio, que vive en el llano; el otro es el de las elites, que habitan la cima. Éstas poseen más poder que los individuos y desarrollan una lucha perpetua entre ellas.
Entre las elites, Fidanza nombra a “los sindicatos, las iglesias, los empresarios y los medios de comunicación”… son las que tienen el verdadero poder.
Y concluye la nota de Fidanza con un crudo sinceramiento:
El gobierno está iniciando una lucha por el poder contra el sindicalismo, después de una buena elección que no subsana sin embargo su debilidad legislativa. Un nuevo round entre una administración no peronista y los grandes gremios. Los acontecimientos son poco auspiciosos, pero se observa que Macri no es un abogado cautivado por la república, sino un hombre del poder, con todo el pragmatismo y la dureza que eso supone.” (…) “El presidente les disputaría la hegemonía a los sindicatos con realismo implacable…”.
La reflexión es inevitable: si el exabrupto hubiera sido cometido por un peronista o por un kirchnerista, a esta hora la prensa “seria” lo habría crucificado por antidemocrático, y habría difundido “urbi et orbi” que en la Argentina peligra la libertad, la democracia y la economía de mercado (¡!).
Pero, como el exabrupto viene del lado liberal, en lugar de condenarlo como corresponde, la prensa “seria” lo considera una virtud o algo común. De esa manera, el alquimista Fidanza transforma un manotazo autoritario, orientado a destruir la única arna efectiva de defensa de los necesitados –los sindicatos-, en un beatífico “realismo implacable”.
Entiéndase bien: para todos los Fidanza que pululan en el periodismo complaciente de hoy, Macri es solo un realista, mientras que los anteriores gobernantes, por hechos del mismo tipo, eran dictadores autoritarios y antidemocráticos.
Desde tiempos inmemoriales, así escriben la historia los liberales de la Argentina y del resto del mundo.
Queda por considerar lo más importante: cualquiera fuere el resultado electoral del 22 de octubre, es evidente que el gobierno avanzará a paso redoblado, caiga quien caiga y aunque haya que inventar muchas otras “postverdades”, en dos direcciones vitales para nuestro país: la desnacionalización de la economía y de todas las riquezas apetecidas por los centros de poder mundialista y, concomitantemente, la concentración de la riqueza en pocas manos en una medida sideralmente mayor a la ya experimentada.
Ante ese panorama que desde ya debemos dar por seguro, es indispensable que todos los sectores nacionales y populares reflexionen sobre la urgente necesidad de lograr la unidad.
En un momento tan delicado para la Argentina y su pueblo, nadie tiene derecho a anteponer sus aspiraciones personales, por legítimas que ellas fueren, al objetivo único que debe ser frenar en 2019 el avance liberal, antinacional y antipopular.
Buenos Aires, 28 de agosto de 2017.
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