Causa pánico, vergüenza ajena e indignación, observar como aquellos que antes hablaban de la famosa “corrupción K”, hoy apoyan lo indefendible, surgido del séquito de inservibles y mafiosos ocupando la histórica Casa Rosada.
Esta gente no tiene fundamentos sólidos. Ni siquiera se desentienden o les importa la política. Ya eligieron de cual lado estar. De hecho, considerarlos ignorantes, sería subestimarlos demasiado, tanto como omitir el inmenso daño hecho al país a través de la difusión casi anónima de mentiras, de las cuales hicieron un verdadero culto.
El macrismo no es ideológico. Es apenas la concentración de miserias humanas argentinas, donde además de rendir tributo a la trinidad encabezada por el autoritarismo represivo, la exclusión social, el egoísmo sectario en todas sus formas, se genera una respuesta de odio frente a la sola mención del pasado inclusivo, a quienes la representaron.
¿Cómo comprender si no, el silencio cómplice, el apoyo a un gobierno nefasto, destructor del salario, incapaz de controlar la inflación cuando sus sostenedores se llenaron con ello la boca durante años, el cual aumenta los impuestos, provoca el descomunal aumento del coste de vida, cuando antes se quejaban de las ganancias o hasta de los subsidios?
¡Decían no querer mantener al trabajador, a los excluidos, estar en desacuerdo con darle la mano a un compatriota para incorporarlo al aparato productivo, pero se manifiestan a favor de mantener con “sus impuestos” a empresarios, políticos corruptos, banqueros, terratenientes, advenedizos extranjeros en busca de negociados, haciendo un pontificado de la ruina y llamando “oprobio” al cumplimiento del reclamo social!
Los partidarios de este contubernio de sanguijuelas, de recetas económicas, de libertades económicas de hambre, para ser considerado estadista en el exterior mientras se es en realidad tirano entre casa, no llegaron a convencer. Lograron a lo sumo, instalar una mentira que gradualmente fue dando frutos, al germinar como un hongo parasitario al interior o la periferia de los centros de poder.
El resto lo hizo la mentalidad colonial, dependiente, una idiosincrasia llena de cizaña, falso decoro y sentido de la dignidad, llevando a despreciar al humilde, a todo cuanto representa, invisibilizarlo, encerrarlo. A lo sumo, exaltarlo si demuestra un talento extraordinario o tuvo la fortuna de sobresalir, pero vilipendiarlo, humillarlo, despreciarlo, cuando el estado cumple la misión de sustraerlo de la pobreza, a cambio de la contribución impositiva del común. ¡Entonces ahí es un vago, borracho, drogadicto, planero, quien se embaraza para cobrar un plan social!
¡Miserables! No les cabe otra descripción, porque son ajenos e incluso, enemigos de las distintas libertades excepto la de robar y la de expresarse, utilizando el juego de la democracia a fin de permear el desfalco, cuando en realidad carecen de
pensamiento, mucho menos de ideal de Patria, de sentido de pertenencia, de hermandad. Múltiples intereses les sobran. Hasta los de exigirle al país aquellos por los cuales, en cualquier parte civilizada del mundo, les cortarían precisamente la cabeza también “a nombre del derecho” del que pretenden montarse, para hacer valer sus trapisondas.
El macrismo no exige grandes conocimientos de política, ni técnicos. Tampoco sustancia ideológica, de plataforma circunstancial. Su plan a nombre del vaciamiento de la Argentina, es el encumbramiento de los líderes fundacionales de la dependencia, algunos familiares lejanos de los integrantes de la asociación ilícita ostentando el poder. Para abrazarlo, basta ser pobre de espíritu.
Sin embargo, lo peor de su base lamentable la constituyen quienes de una forma que roza lo incomprensible parecen odiarse a sí mismos, dispuestos a traicionar a sus compatriotas, a embargar el futuro de las generaciones por venir, al oponerse sistemáticamente a la mera idea de concebir la existencia de un plato de comida sobre la mesa del hermano, aunque mañana pueda ser la suya, lo sepa, pero prefiera seguir haciéndose la estúpida.
¡Allí están los responsables del ciclo del eterno retorno, los salvajes, asquerosos, inmundos e impíos macristas, ayer llamados unitarios, liberales, gorilas o todo apelativo capaz de resumir la esencia de cuanto en la Argentina se denomina vulgarmente “garca”!
No sólo merecen pasar las penurias que, a causa de la responsabilidad propia, más que ajena, deberán pagar por entender las consecuencias de sus actos. Deberían contar con el señalamiento, la segregación entera de la sociedad, porque su falta de ética política, de falsa moral, de tergiversación de los valores llevándolas a justificar hasta la desaparición forzada de personas, sin lugar a dudas necesita de una forma de ser perversa que la sustente.
De hecho; ¿no sería aconsejable prescindir de tener contacto o amistad con esta clase de “seres humanos”, si así se les puede llamar? Porque lo que le hacen a diario al país donde nacieron, a sus hermanos, bien pueden trasladarlas a las minucias de la vida cotidiana y al ser capaces de traicionarse; ¿cómo no irían a hacerlo con los demás?
Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI (DNI: 20573717)
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