martes, 16 de mayo de 2017

CARLOS MUGICA, UN ÁNGEL ARGENTINO EN TIEMPO DE DEMONIOS (Parte 1)


Cuando las catorce balas de la ametralladora Ingram MAC – 10 de Rodolfo Eduardo Almirón se estrellaron contra la humanidad de Carlos Mugica, no se trataba de acallar la voz enérgica de otro cura tercermundista, sino arrastrar a la Argentina a una noche de terror sin retorno posible. La agrupación peronista “Montoneros”, partidaria de la lucha armada para acabar de cuajo la “máquina de impedir”, constituida por la sólida alianza entre las fuerzas armadas y los grupos económicos, veía estériles los esfuerzos de moderación, impulsados desde la presidencia por el General Juan Domingo Perón. A su vez, los sectores integrantes del gobierno, cercanos a los sindicatos y en apariencia proclives al dialogo, cada vez se hallaban más a contravía de la esencia ideológica del peronismo, consistente en reconstruir el país en un marco de paz, bienestar, equidad, convivencia poli clasista y justicia social, con participación de la suma de los estamentos de la vida nacional. En medio de esos dos fuegos enormes, se hizo presente el “ángel” de Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe, proveniente de una familia acomodada de Buenos Aires pero que al igual de sus contemporáneos Ernesto “Che” Guevara o su homólogo sacerdote, el colombiano Camilo Torres, pudo exceder su entorno para seguir a Cristo en aquello de arrojar los mercaderes del templo y si era necesario, dar la vida por el prójimo que veía en cada pobre. Nacido el 7 de octubre de 1930 e hijo de un político conservador, este fanático de Racing Club de Avellaneda díscolo en principio, aunque fuerte de carácter, abandonó pronto la carrera de abogacía para convertirse en sacerdote. Identificado con el movimiento de Teología de la Liberación, constituyó el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, apoyando la hipótesis de la lucha armada contra gobiernos no surgidos de la voluntad popular, tiránicos, impuestos en detrimento de los derechos elementales del individuo. Aunque Mugica nunca hizo parte oficial de Montoneros y llegó a reivindicar en primera instancia el accionar guerrillero de Montoneros, a cuyos dirigentes fundacionales Mario Firmenich, Fernando Aba Medina, Carlos Ramos o José Ventura, contribuyó a formar cuando fue asesor espiritual de la Juventud Estudiantil Católica del Colegio Nacional de Buenos Aires, tras el retorno de Perón al poder luego de dieciocho años de exilio, creyó en la viabilidad del proyecto pacífico de un gobierno orientado hacia los intereses nacionales. Sustrayéndose de un estilo de vida exento de mayores complicaciones, como secretario del cardenal Antonio Caggiano, de allí en más su fusil sería la palabra y la trinchera elegida, la Villa 31 de Retiro, donde optó preferencialmente por los pobres. Siendo maestro, prefirió el apostolado de comprobar la agonía de los sufrimientos, las privaciones, la segregación disimulada a la que son sometidos sin reconocerles derecho a salud, educación o trabajo. POR CARLOS RICCHETTI

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