lunes, 6 de noviembre de 2017

LOS ARGENTINOS; ¿SON O SE HACEN LOS ESTUPIDOS?


Causa estupor e indignación lo que está pasando en el país, pero mucho más observar cómo la necesidad de vivir mal, de revolcarse en las mentiras infundadas, el chisme grosero o la generalización absurda de la estupidez humana, puede ser superior a la de contar con los mínimos atributos para sobrellevar una vida digna. El resultado de las últimas elecciones representa justamente eso: El triunfo de la infamia, del montaje, de los artilugios, de la manipulación, los cuales pretenden sustentarse en la credibilidad de la opinión pública sin prueba alguna, para posibilitar este nefasto gobierno macrista, fiel representante de los grupos económicos que hoy oprimen la Argentina. En esta ocasión no sería oportuno reiterar la tragedia de un modelo político, social y económico, garante de un futuro de opresión, miseria generalizada o ruina nacional, comprobada a través de su aplicación a lo largo de la historia. Basta comprobar la mala fe de los actuales procesos judiciales contra integrantes del anterior gobierno, para dejar en evidencia su naturaleza pérfida, violenta e intolerante, avalada en las urnas a nombre de un falso sentido de la dignidad. Justamente, la complacencia de los corderos destinados al sacrificio era el requerimiento del gobierno, para desatar toda la sed de venganza de los sectores que encabeza, en alianza a la misma justicia corrupta renuente a la democratización del poder judicial, así como a dar vía legar a las reformas destinadas a acabar con un bicentenario régimen de privilegios. Quizás el error haya sido insistir en solucionar los graves problemas de la República por sus cauces naturales, pero a estas alturas hacer dichas consideraciones es casi tan inútil, como haber votado a Mauricio Macri a fin de combatir la corrupción. Al igual que durante el golpe de estado de 1976 y del económico de 1989 contra la administración alfonsinista, entre otros por quien ocupa hoy el sillón de Rivadavia, se buscó una suerte consenso de las mayorías. La diferencia es que mientras en ese entonces se desconocían las futuras características del accionar de la dictadura o la destrucción menemista del aparato productivo, quienes votaron al macrismo en las parlamentarias, sabían perfectamente hasta la forma en la cual lesionaría sus bolsillos… En ese plan sistemático, premeditado, de hacer pedazos lo avanzado, a fin de restaurar el modelo dependiente de venta de bienes o servicios en usufructo de la mayoría para el disfrute de unos pocos, el gobierno aprovecha a “marcar la cancha” persiguiendo opositores como nunca estos siquiera contemplaron hacerlo cuando gobernaron, cerrando canales de televisión, diarios opositores o movilizando a la gendarmería en tiempos de la dura disputa contra el campo. Sin embargo, al margen de los serios interrogantes acerca de dónde están los millones de beneficiados por las políticas de inclusión del kirchnerismo, los dirigentes de base, del partido; de la felicidad o las burlas por el encarcelamiento de ex integrantes de la anterior administración, por parte de quienes aguardan el turno de ser despedidos de sus empleos a causa del gobierno que votaron. Hay situaciones las cuales ni siquiera la ciencia política en su mayor esplendor será capaz de explicar nunca: La maldad, disfrazada de la estupidez humana de quienes haciendo gala de una mezquindad sin precedentes, se creen astutos al punto de elegir el hambre, la pobreza implacable, a la mesa grande, compartida entre todos los hijos del país de acuerdo a su necesidades. No basta tener una Argentina grande, rica, próspera. Hace falta estar a la altura, ser dignos de la misma, empezando por no regocijarse de la maldad, de la injusticia contra el prójimo que mañana puede ser cualquiera e igual a como ocurrió en pasadas épocas, de seguro provocará agudísimas reflexiones forzadas, aunque por supuesto no antes de estar en medio de la nada y de acabar en la ruina. Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI (DNI: 20.573.717)

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