jueves, 27 de agosto de 2020

El poder de la derecha


La derecha nuevamente copó las calles y rompió el clima de consenso. Una vez más sobre la fuerza y el poder de los que están del otro lado. Editorial de “El Círculo Rojo”, programa de La Izquierda Diario que se emite los domingos de 21 a 23 h por Radio Con Vos, 89.9. Fernando Rosso Quisiera retomar algo que decía en este mismo espacio hace unas semanas sobre la famosa cuestión del “juego a la derecha”. Justamente, porque ese sector social y político copó las calles nuevamente con una presencia mayor que en manifestaciones anteriores, aunque siempre con una masividad menor de lo que informan los grandes medios. En lo formal, plantean una agenda variopinta, pero en el fondo se movilizan por la defensa de los sectores más privilegiados de la sociedad. Si uno pasa en limpio lo que reclaman y deja las bizarreadas de lado, lo que queda es eso: una defensa del poder, de los empresarios, de la “libertad” de los ricos para no pedir permiso en ningún lado, no verse “limitados” por ningún derecho de los otros y no tener obstáculos a la libre explotación de personas y recursos. Decía en aquel comentario, apropiándome de una idea del sociólogo y ensayista Juan Carlos Torre para pensar los procesos políticos o los gobiernos llamados progresistas, que “el volumen político de las derechas no se determina por los discursos”, sino que “reside en las fuentes permanentes de su poder”. Torre dice que, en general, esos gobiernos intentan recortar la influencia o limitarla -cada uno es diferente- pero, sin socavar las fuentes permanentes de ese poder. Esto nos conduce a una cuestión más abarcativa y que tiene que ver con qué tipo de proyectos representan esos sectores que se oponen al Gobierno, pero también despotrican contra las izquierdas, los sindicatos, los movimientos sociales, los feminismos y, en general, contra toda expresión progresiva o colectiva. Y es un buen momento para responder a ese debate -que siempre fue más una chicana- que se instaló para desprestigiar a la izquierda que supuestamente dice todos “son lo mismo”. Esencialmente igualaban el hecho de no encolumnase con ninguno de los proyectos políticos, con la afirmación de “son lo mismo”. Obviamente, desde el ABC del pensamiento político se desprende que “no son lo mismo” (insisto, aunque uno no se ubique en ninguna orilla de esa grieta). Entre otras cosas, porque ningún gobierno o proyecto político jamás es “lo mismo” que otro, aunque supongamos ambos defiendan un mismo sistema social, y pongamos que fuera el capitalismo. La administración de Mauricio Macri intentó ser el gobierno directo del poder real, de la intervención estatal mínima, de ese mecanismo que describió el periodista Martín Rodríguez como “llegar al poder para devolverlo” (al campo, a las corporaciones, a Clarín). Quizá, por esa misma razón se lo llevaron puesto, hay que reconocerlo, más desde arriba que desde abajo. Y el Gobierno de Alberto Fernández pretende algunas regulaciones estatales, busca el apoyo en otras bases sociales e incluso en otros sectores empresarios. No distinguir eso es no entender nada de política. Pero incluso, este Frente de Todos no es “lo mismo” que el kirchnerismo que, entre otras diferencias –otro momento histórico, distintas condiciones económicas e internacionales– tuvo que gobernar bajo la impronta de la rebelión del 2001 y sus efectos durante unos cuántos años. Esta coalición es mucho más “moderada” y de “reconciliación”. Se observa en muchas medidas, al margen del juicio de valor que se tenga de cada una: desde aquel descabezamiento de la Corte Suprema que venía del menemismo a esta “reforma judicial” que hace mucho ruido y tiene pocas nueces; desde ese intento frustrado de reestructurar el sistema mediático con la Ley de Medios a esta regulación esencial de las tarifas o desde aquella apelación a cierto discurso “setentista” a este alfonsinismo un poco gris que pregona el profesor de derecho penal. Foto I @hernanvitenverg Esto lo empuja al permanente peligro (o tentación) de desplazarse hacia aquello que el intelectual paquistaní, Tariq Ali llamó del “extremo centro”: un movimiento hacia el centro de los partidos socialdemócratas europeos a fines del siglo pasado que redujo sus diferencias con las derechas. El caso paradigmático fue el nuevo laborismo de Tony Blair en Gran Bretaña, al que definió como “la continuación del thatcherismo por los mismos medios”. A partir de una suma claudicaciones, según Ali, brotaron los partidos xenófobos que capitalizaron el descontento popular con los ajustes. Es decir, fortalecieron a la derecha. Foto I @hernanvitenverg Este es el debate importante ahora: ¿qué fortalece a esa derecha en un momento en que los sectores populares se ven ajustados, con pérdida de puesto trabajo, salarios y condiciones de vida en general? Indiscutiblemente, los retrocesos frente a la cuestión de la deuda, el repliegue por la “expropiación” de Vicentin, el congelamiento de la cuestión del aborto, el siga siga en muchas empresas frente a los despidos (cuando presuntamente estaban prohibidos) o la adopción de un discurso punitivista justamente donde se acumula la pobreza (como es el caso de la provincia de Buenos Aires). Foto I @hernanvitenverg Me viene a la memoria una entrevista con Mario Wainfeld de Página 12 en la que me planteaba que la “radicalización” no necesariamente daba resultados positivos para las grandes mayorías. En ese momento debatíamos sobre las revueltas en Chile y claro, si se entiende “radicalización” sólo por el aspecto revueltista y uno se queda con esa foto, seguro es así (aunque la movilización le impuso algunas derrotas a Sebastián Piñera). Pero la cuestión no es sobre el método, sino sobre la política e implica si se está dispuesto a avanzar sobre los pilares fundamentales que le dan sustento a la derecha y eso es lo que necesita del concurso de la movilización. Porque, por otro lado, la “moderación” tampoco es un camino al éxito asegurado y el ejemplo paradigmático de esto fue el Brasil gobernado por Dilma Rousseff. Adoptó, digamos, el 90 % de las demandas que le pedían los poderes fácticos del país continente y cuando ya había hecho parte de la tarea se la llevaron puesta, apoyados en el descontento popular que esas mismas políticas habían generado. Foto I @hernanvitenverg El debate o la interpelación, si se quiere, es para aquellos y aquellas que apoyan al Gobierno desde posiciones de centroizquierda, izquierda o progresistas. Me parece que deberían reflexionar ante el hecho inocultable de una derecha que no conoce límites ni escrúpulos. Porque se puede terminar en una versión trágica de esa parábola atribuida a Bertolt Brecht: esa que dice primero fueron por tales y tales y yo no me preocupé porque no pertenecía a ninguno de esos grupos. En este caso sería primero fueron por la defensa de empresas como Vicentin y yo no me preocupé porque me saqué de la cabeza toda idea de expropiación; después fueron por la deuda, pero yo no preocupé porque concedí bastante de lo que pedían los acreedores; después fueron por la reivindicación de otros empresarios y yo no me preocupé porque me banqué que pongan a Marcelo Mindlin, el macrista número 1 como empresario modelo; después fueron por la campaña de “seguridad” y no me preocupé porque le dimos una narrativa “manodurista” hasta que les duela con Sergio Berni a la cabeza. Bueno, cuidado, porque después de todas estas concesiones, quizá un día estén golpeando a tu puerta y ya sea demasiado tarde.

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