sábado, 29 de julio de 2017

Macristas, las taras heredadas del menemismo


Hacia finales de la década de los ochenta del pasado siglo, se observó el aggiornamento entre el folclore peronista de la justicia social, la independencia económica, la soberanía política y la farsa neoliberal de los tiempos nefastos que se venían. Cuando quedó en evidencia la mentira del “salariazo”, de la “revolución productiva”, de la ultra publicitaria imagen de un pan recién horneado saliendo hacia todas las casas del país con “Menem presidente”, el establishment se sintió demasiado fuerte como para seguir interpretando esa comedia de enredos. La misma derecha que se había considerado dueña y genuina legataria del peronismo, la de Rucci o López Rega, traduciendo algunos aspectos esporádicos del primer peronismo, pero que detrás del disfraz nacionalista optó por ubicarse a la diestra del libre mercado, recuperó el apogeo que creyó ver evaporarse tras la caída de Isabel Perón y la derrota electoral de 1983. Para lograrlo, sin dejar de abrazar la simbología ortodoxa del justicialismo, se prestó a una abierta alianza con los sectores conservadores – liberales. Después de todo, no le costaba nada desde los tiempos de Rodrigo, Cafiero o Mondelli. Mucho menos, tras el pacto sindical – militar desbaratado cuando la fórmula Luder – Bittel cayó frente a Alfonsín – Martínez, pero revivido con los indultos concedidos por Carlos Saúl Menem a Videla y compañía. Igual que en la tercera presidencia de Perón, a quienes refutaban del “nuevo rumbo” adoptado por el movimiento que encarnaba las distintas reivindicaciones sociales y populares como ningún otro en la historia argentina, se lo tildaba de “marxista”, de elemento “no peronista”. No se lo llegó a acusar directamente de “infiltrado”, porque ese término resultaba demasiado “gorila” hasta en la época de los bastones largos cuando se patentó. La “mano de bleque” se las daría la caída del bloque socialista, aplicándoles aquello que en el fútbol se denomina “la ley del off side”. De esa “vergonzoso carnaval”, donde entre fotos de Perón, Evita, de escudos y lemas, se aplicaban políticas dirigidas a rematar el país, de las cuáles se jactaba de ser precursor el propio José Alfredo Martínez de Hoz, en la cual Menem, Duhalde, “Palito” Ortega, parecían falsamente reeditar la entusiasta fisonomía de Cámpora, de Framini, de Ortega Peña, nació el afán de desvirtuar, de desmitificar el mensaje, el legado, la tradición peronista, en tiempos donde se llamaba a “reescribir la historia! Sólo con Néstor y Cristina Kirchner, a partir de la aplicación concreta de políticas inspiradas en viejas reivindicaciones populares perdidas de su propio cuño histórico, el peronismo volvió a recuperarse prescindiendo de repasos doctrinarios, en alianza con sectores progresistas y dándoles, a su vez, la bienvenida que les otorgó Juan Domingo Perón al momento de llamarlos a sumar cuando fundó la versión avanzada de un movimiento nacional sin atenuantes. Hasta el alfonsinismo radical, con aires renovadores pese a su cepa gorila, se plegó a la convocatoria de aquellos recogiendo la toalla donde éste la arrojaba, identificado con los principios del yrigoyenismo precursor de las conquistas sociales argentinas. Del mismo modo, como si fuera posible seguir subestimando a la gente, a esta altura ya baqueana en dichas lides, es posible advertir líderes sindicales, políticos, sociales, llamándose “peronistas” con el propósito de adueñarse del supremo arquitecto de la grandeza nacional en su favor. Perón bromeaba sobre una mascota de su propiedad, llamada “León”. Al escuchar su nombre, esta iba donde el amo a pesar de ser un perro. Comparaba esa actitud con la de muchos autodenominados “peronistas”, quienes aparecen cuando los llaman por ese calificativo, aunque no lo sean. De allí que hasta ciertos sectores que apoyan el adefesio macrista, junto a su equivalente, el massismo neomenemista, narcotraficante y traidor, pretendan reeditar esa práctica dilapidadora de la esperanza a nombre de la expoliación, asumiendo las mismas taras con formas tan simpáticas como diferentes que el pueblo argentino, aún con fuertes recaídas como la de haber elegido a la actual caterva de farsantes, es capaz de reconocer e interpretar de forma sobrada Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI (DNI: 20573717)

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