domingo, 23 de junio de 2019

Necesidades según Marx 3 parte


Segunda paradoja Las necesidades radicales se basan en una segunda paradoja. En el nivel colectivo, las necesidades evolucionan y se vuelven más sofisticadas y diversas a medida que avanza la historia. Pero en el nivel individual, se produce un empobrecimiento de las necesidades y las formas en que son satisfechas. Esto es lo que se verifica especialmente entre las clases populares, pero también en las dominantes. «Riqueza de la especie, pobreza del individuo» es la fórmula que emplea Heller para referirse a esta segunda paradoja de las necesidades radicales. Una forma de definir el progreso es decir que se crean necesidades cada vez más sofisticadas a lo largo de la historia. Se produce un proceso de ampliación del espectro de necesidades cualitativas. Según Gorz, «cuanto más rica sea una civilización, más ricas y diversas serán las necesidades de los hombres»8. Esta frase se hace eco de un pasaje de los Elementos fundamentales para la crítica de la economía política: el descubrimiento, creación y satisfacción de nuevas necesidades procedentes de la sociedad misma; el cultivo de todas las propiedades del hombre social, la producción del mismo como un individuo cuyas necesidades se hayan desarrollado lo más posible, por tener numerosas cualidades y relaciones; su producción como producto social lo más pleno y universal que sea posible (pues para aprovecharlo multilateralmente es necesario que sea capaz de disfrute y por tanto cultivado al extremo) constituye asimismo una condición de la producción fundada en el capital.9 En esta cita, la relación entre el capitalismo y la producción del «ser humano social» «lo más lleno de necesidades que se pueda» es claramente establecida por Marx. Sin embargo –y aquí radica la paradoja–, este progreso colectivo, el nivel de la humanidad como tal, va acompañado de un empobrecimiento o trivialización de las necesidades individuales. En otras palabras, existe una brecha entre el «ser humano social» y cada individuo en particular, que Marx analiza a través del concepto de necesidades. ¿Cómo vamos a explicar esta paradoja? Tres factores contribuyen a este resultado. En primer lugar, el grado de sofisticación de las necesidades depende del tiempo que tenemos para atenderlas. Cuanto menos tiempo tengamos a nuestra disposición, menos sofisticadas serán nuestras necesidades. Asimismo, más sucumbiremos a las necesidades «preformateadas» y estandarizadas. En el capitalismo, el individuo –especialmente el individuo subalterno– dedica la mayor parte de su tiempo y energía al trabajo. Hoy, por ejemplo, en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (ocde), un trabajador dedica 40% de su tiempo al trabajo. El resto incluye comer y dormir, es decir, la satisfacción de las necesidades vitales básicas. Por lo tanto, tiene poco tiempo para sus necesidades cualitativas. El cansancio agrava esta condición. Cuando uno regresa cansado del trabajo, no necesariamente tiene la energía para atender las necesidades propias. En resumen, desarrollar necesidades sofisticadas requiere tiempo. Esta es la razón por la cual, en la teoría marxista de las necesidades, la reducción del tiempo de trabajo es una política crucial y progresista. Gorz fue uno de los primeros teóricos de la reducción del tiempo de trabajo, y también del «ingreso básico»10. La reducción del tiempo de trabajo no solo permitirá compartir el trabajo, sino que también, y como consecuencia, reducirá el desempleo. También liberará tiempo para que podamos cuidar de nosotros mismos y encargarnos de nuestras necesidades. Como dice Marx, el tiempo libre se convertirá entonces en la «medida de la riqueza», una riqueza emancipada del valor capitalista. La estandarización de la producción es un segundo factor que explica la trivialización de las necesidades individuales bajo el capitalismo. Productos exactamente iguales se producen en cantidades cada vez mayores. La estandarización es una tendencia a largo plazo de la producción capitalista y responde a la necesidad de reducir los costos de producción y realizar economías de escala. Es un parámetro central en el surgimiento de la «sociedad de consumo» desde el siglo xix, y aún más desde el boom económico de la posguerra. La invención del contenedor para transporte marítimo en la década de 1950, la «contenedorización» que hizo posible la globalización al disminuir los costos de transporte, ha incrementado esta tendencia aún más en la segunda mitad del siglo xx. La estandarización tiene una gran influencia en las formas de consumo y, en consecuencia, en la definición de las necesidades y los modos en que se satisfacen. El consumidor consume mercancías a las que tiene acceso, es decir, mercancías estandarizadas, que son las mismas para miles de millones de personas. Pensemos en los teléfonos inteligentes que todos llevamos en nuestros bolsillos. Existen formas de consumo alternativas, más sostenibles, especialmente en las clases medias con un alto «capital cultural». Pero siguen siendo marginales. Por lo tanto, los productos estandarizados tienden a estandarizar las necesidades. Un tercer factor que explica que la riqueza de la especie con respecto a las necesidades conlleve un empobrecimiento del individuo es la división del trabajo. La división del trabajo existe en diversas formas en cada sociedad humana, e incluso en algunos grupos de animales. Lo que es específico de la división capitalista del trabajo es que tiene sus raíces en la división entre trabajo manual e intelectual. El capitalismo confina de forma duradera a ciertos individuos (la mayoría de la humanidad) del lado del trabajo manual, y a otros individuos (una minoría) del lado del trabajo intelectual. Por supuesto, el trabajo siempre tiene aspectos manuales e intelectuales, pero en grados muy diferentes. La razón por la cual el capitalismo se basa en esta división es porque se supone que aumenta la productividad, y el aumento constante de la productividad es el combustible de la acumulación capitalista. La informatización del trabajo, el desarrollo del llamado trabajo digital durante las últimas tres décadas, no cambia esta lógica básica. Ha dado lugar a una proliferación de tareas repetitivas, como la captura y gestión de datos, que de ninguna manera favorecen la creatividad. El antropólogo David Graeber llamó a estas nuevas formas de trabajo digital bullshit jobs, «trabajos de mierda».

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