jueves, 13 de octubre de 2016

RADICALISMO, BRAZO PERPETUO DE LA DERECHA DEL NO CAMBIO (1° Parte)


Cualquiera que trate de interpretar los propósitos políticos actuales de la Unión Cívica Radical a través de sus orígenes o de un pasado que supo de glorias, podría incurrir en el más grave de los errores. Salvo por honorables excepciones como Leopoldo Moreau, expulsado hace poco del centenario partido argentino que se jactó de hablar tanto de democracia, de constitucionalismo, habiendo aplicado tan poco en su vida institucional, no le queda ni el rumor de su legendaria ética civilista republicana. A pesar de sus orígenes en el riñón de contubernio que se repartían Bartolomé Mitre, Julio Argentino Roca o Domingo Faustino Sarmiento, su precursor, Leandro Nicéforo Alem, a pesar de ser un híbrido entre padre mazorquero rosista y línea histórica “mayo- caseros”, se las ingenió para confeccionar un movimiento de oposición al régimen más romántico que político. Por consiguiente, como las salchichas se hacen de carne, no de humo, las peleas con su sobrino, Hipólito Yrigoyen, más pragmático y hábil, no tardarían en llegar. Así, sin volcarse de plano al planteo de una transformación visceral del establecimiento, el partido fue direccionado como movimiento de trabajadores y clase media, de carácter demócrata, constitucionalista, cívico, liberal, pero a su vez ligeramente nacionalista e incluyente. Abandonada la alternativa de tomar el poder por las armas al vedarse el camino a través de las urnas, la Ley Sáenz Pena permitió el acceso del radicalismo al poder. Los gobiernos yrigoyenistas (1916 – 1922 y 1928 – 1930), aunque estaban integrados por los mismos actores sociales, políticos o económicos que decían combatir, favorecieron en líneas generales al país pese a las profundas contradicciones que serían la génesis de su caída. A la crisis alentada por enemigos internos, externos, la eventual incapacidad de respuesta del gobierno, la avanzada edad del presidente, sobrevino el “crack” de 1930 como “tiro de gracia”. Con esto, el escenario propicio para el primer golpe de estado, consumado en medio de la devastada economía, así como la división radical entre “azules” o “galeritas” e yrigoyenistas. Ante las primeras elecciones libres ganadas por abrumadora mayoría en la provincia de Buenos Aires, pero anuladas desde el nuevo gobierno de facto de José Félix Uriburu (1930 – 1932), la UCR, ahora conducida por el “azul”, Marcelo Torcuato de Alvear, afín a la oligarquía terrateniente a la que pertenecía, rompió la “abstención revolucionaria” y se integró a la vieja maquinaria liberal - conservadora. Cómo “Roma no paga traidores”, Alvear fue víctima del fraude que ayudó a propiciar. El radicalismo histórico, el de Alem e Yrigoyen, el de las primeras conquistas sociales, había muerto. Más adelante, el sector yrigoyenista se alinearía dentro del peronismo. Debido a su sustancia política, le resultaría imposible oponerse a un segundo movimiento nacional capaz de recoger sus viejas banderas, arriadas en beneplácito de quienes precedieron a los actuales enemigos del país. Carlos Alberto Ricchetti DNI: 20.573.717

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